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Juventud y la Política

Federico Sabalette
Federico Sabalette
5 Minutos de lectura

Por el Dr. Héctor Ulises Napolitano

 

Así como la vida, en mi opinión, es una carrera de posta, donde generaciones entregan a otras que se incorporan el testimonio para seguir avanzando, también lo es la política, que necesita de nuevos y jóvenes dirigentes que asuman el compromiso, no sólo de continuar haciendo política, sino de transformar y mejorar la realidad que les toque y tocará vivir.

Los políticos hablan mucho de la juventud, pero más por conveniencia electoral, que por deseo de incluirlos realmente y darles un rol protagónico, pues temen perder sus posiciones de líderes o referentes, ya que saben que los jóvenes son por naturaleza revolucionarios, en el sentido de cuestionar y querer cambiar el status quo existente.

Los otroras jóvenes militantes que formaban parte y eran fervientes partidarios de las movilizaciones populares, al llegar en la adultez a ser dirigentes o gobernantes cambian, por lo general, tal concepción, a punto, en algunos casos, de hablar en contra de las movilizaciones que no comulgan con su ideología o intereses u ordenar reprimirlas, salvo raras excepciones.

A los políticos les cabe lo que generalmente sucede en otros aspectos, familiares, educativos, laborales y sociales, que a los adultos, no les agrada la crítica de los jóvenes, y menos aun cuando pretenden imponer ideas innovadoras.

Algunos políticos dicen ser partidarios de escuelas para la formación de futuros dirigentes, pero siempre con el fin de que dichos jóvenes acepten las ideas o doctrinas que se les inculque, y sean, en definitiva, sus cautivos y súbditos políticos.

En tal sentido, vale para los jóvenes, en todos los ámbitos de la vida, y especialmente en política, una frase proverbial de Perón que dice “ninguno sea instrumento de la ambición de nadie, sino artífice de su propio destino”.

Dicha frase es señera pues advierte el no ser usado por otros en su beneficio, y sí en cambio, de construir el propio destino, sin estar atado a compromisos ajenos a su voluntad, tanto de pensar como de actuar.

Una cosa que deben desmitificar los jóvenes, es creer en ídolos, que siempre resultan ser falsos.

Tampoco creer en falaces ideólogos que pintan un futuro floreciente, cuando el presente en que se vive es más que apremiante.

Es dable destacar, por lo menos desde mi opinión, que los jóvenes de hoy no son tan crédulos como los que fuimos ayer, pues tienen más acceso a la información y a su vez tienen la suerte de vivir en democracia, pudiendo analizar, comparar y elegir el proyecto acorde a su manera de pensar y sentir, cosa que no ocurrió con muchas generaciones que vivieron casi siempre bajo dictaduras militares, donde las libertades no estaban garantizadas, por hallarse restringidas o prohibidas.

Los políticos nunca renuncian ni conceden nada. El cambio generacional que proponen es para el futuro, pero no para el presente. Su objetivo es reclutar jóvenes para su espacio, pero no crear un espacio de y para jóvenes sino con jóvenes, que es muy distinto.

Una de las sugerencias que solía hacer a jóvenes militantes y aspirantes a ser dirigentes políticos, es no incurrir en los mismos errores que cometen los mayores, en especial, no ser personalistas, sectarios y ambiciosos de militar solo para ocupar cargos o a acceder a empleos. Es decir, servir a la política y no servirse de ella. Además de ser transparentes y consecuentes.

Algunos tal vez lo recogieron, y respecto de otros fue predicar en el desierto.

En casi dos décadas aumentó la participación política de la juventud, cosa que es importante. Más sería, en mi opinión, fundamental su despegue, con la conformación de espacios políticos propios, aunque sean de diferentes ideologías, que planeen nuevas ideas, apuntando esencialmente al conocimiento basado en la educación, la ciencia y la tecnología, como a la defensa del medio ambiente, y en la práctica política a la ruptura de los tradicionales modelos que han fracasado al poner en riesgo la estabilidad institucional, quebrado la cohesión social y vulnerado la ética, en el ejercicio de la función pública.

Otra sugerencia con respecto a despegarse de la vieja dirigencia y de crear su propio espacio, es la de hacer política dentro del orden republicano y democrático, sin adherir en absoluto a ideas anarquistas y antisistema.

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