Lo leían masivamente gauchos y peones Pero tardó varias décadas en ser valorado por los intelectuales porteños. Refleja muchos conflictos de la Argentina Y sigue creando un fuerte sentido de identidad
Aviso publicado en el diario La República, 28 de noviembre de 1872: Martín Fierro. Muy pronto saldrá a luz un folleto en versos gauchescos, escrito por el señor D. José Hernández. El gaucho Martín Fierro canta en su estilo nacional sus aventuras, desdichas y tribulaciones de una vida nómade y del soldado en la frontera. Unos días después (nunca se ha podido precisar la fecha exacta), esos versos gauchescos, con el título El gaucho Martín Fierro fueron editados en un modesto volumen de 76 páginas impresas en papel de diario. Agotó su primera edición en dos meses. Hoy diríamos fue un best seller. Después de 150 años de su primera edición, el libro de Hernández ya no se discute. Clásico entre los clásicos, biblia de la literatura argentina, (llamado la biblia gaucha) es un libro esencial, leído por todas las clases sociales. Hoy es uno de los tres libros más publicados en nuestro País. Todo argentino lo siente como propio. Cuesta creer que cuando salió a la venta fue leído masivamente en zonas rurales, y que los sectores cultos y urbanos lo ignoraron, juzgándolo una obra menor. Tuvieron que pasar muchos años antes de que Jorge Luis Borges escribiera: -En cenáculos europeos y americanos he sido muchas veces interrogado sobre literatura argentina e invariablemente he respondido que esa literatura (tan desdeñada por quienes la ignoran) existe y que comprende, por lo menos, un libro, que es el Martín Fierro-. El ensayista Adolfo Prieto, en su libro El discurso criollista en la formación de la Argentina moderna, recuerda que Martín Fierro tuvo, apenas, una benévola acogida entre algunos críticos y curiosos de la literatura. Desde 1872 a 1894 se editaron 64.000 ejemplares, equivalente a 64 ediciones de 1.000 números cada una. Cuando se publicó la décima edición, un aviso aclaraba que estaba adornada con tres láminas y el retrato del autor. El éxito de venta que tuvo El gaucho Martín Fierro hizo que Hernández pensara en una continuación. Así nació, siete años después, en 1879, La vuelta de Martín Fierro, con una tirada inicial de 20.000 ejemplares, cifra asombrosa para la época. Otra vez el grueso de los ejemplares fue absorbido por las áreas rurales. Otra vez algunos críticos y curiosos de la literatura se mostraron comprensivos y hasta generosos con su empeño. Otra vez el lector urbano se abstuvo, constata Prieto. Recién en octubre de 1881, un crítico boliviano, Pablo Subieta Dávalos, descubre la grandeza literaria de Martín Fierro y la califica -en una serie de artículos que escribe para el diario Las Provincias- como la primera gran obra genuinamente latinoamericana, que no abrevaba en fuentes europeas. Pero Subieta Dávalos era un desconocido, y su juicio interesó pooco. En 1894, el filósofo Miguel de Unamuno también ponderó el poema de Hernández en un ensayo que publicó la Revista Española. El mismo había padecido, como Hernández, que su personaje escapó de su pluma y por ello escribió Seis personajes en busca de un autor. Sólo cuando Leopoldo Lugones, en 1916, lo llamó poema épico, Martín Fierro empezó a ser aceptado, aunque tibiamente, por esos remisos sectores urbanos y cultos de la Argentina. Los primeros versos de Martín Fierro fueron escritos en una posada de Santa Ana do Livramento, Brasil. Allí se había exiliado Hernández, en 1871. Allí comenzaba a gestarse, también, el gran clásico de la literatura argentina, que terminó de escribir un año después en el Hotel Argentino, frente a la Plaza de Mayo: Y aquí me despido yo/ que he relatao a mi modo/ males que conocen todos/ pero que naides cantó.
Hernández, desde su palabra y su acción, tuvo como virtud hacer hablar en su propio tono y defender al gaucho, personaje marginado de su época. Como Hernández bien dijo, su pluma vino a «abrirle al pobre gaucho las puertas de la opinión ilustrada». Una vez que ambos el gaucho y Hernández desaparecieron, el Martín Fierro fue considerado como figura de lo nacional para acallar otras voces que ya no tienen un Hernández para ser escuchadas.
Con motivo del centésimo aniversario EUDEBA (Editorial Universitaria de la Universidad de Buenos Aires) otorgó el primer premio a la obra Genio y Figura del José Hernández de Roque Raúl Aragón y Jorge Calvetti. Los autores nos relatan en el prólogo: -Hemos narrado la vida de José Hernández, señalando su trayectoria de ida y de vuelta y dejando de lado peripecias que van a perderse en los rumbos abandonados. No nos propusimos discutirlo y menos hacer su panegírico. Quisimos exponer el trasfondo histórico, personal, del Martín Fierro. Y ahora que nos volvemos sobre el itinerario concluido, encontramos una gran incongruencia entre el poema y su contexto humano. Hernández fue un pensador mediocre, un prosista descuidado, un orador sin relieve. Y el Martín Fierro, es uno de los grandes poemas de los tiempos modernos, el que mejor asume la representación de un pueblo. Aunque la circunstancia en que se apoya sea casi una anécdota, aunque decline la enseñanza que lleva implícita, es eso: una palabra en la que todo un pueblo reconoce su propia voz. Esta desproporción entre el autor y su obra es un problema para los críticos. Famosa es la explicación de Lugones: “en ninguna obra es más perceptible el fenómeno de la creación inconsciente”.
Luis Augusto Raffo