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Vomitivo en una horchata

Federico Sabalette
Federico Sabalette
12 Minutos de lectura

por Pedro Guillermo Sabalette

 

Un expediente que encierra un misterio tramitó en el marco de la causa criminal nº 97 del año 1855, contra Fernando Arenaza “por haber suministrado un vomitivo en unas horchatas a las jóvenes Dña. Hilaria Gómez y Dolores Frumitas en el Pueblo de Chascomús…”

Esta historia muestra a una serie de personajes, quienes al mejor estilo de las novelas de Agatha Christie aparecen en el momento de los hechos, son sospechosos por sus dichos o sus actos, para perderse finalmente en la nebulosa o con el final del expediente.

Todo comenzó el 28 de febrero de 1855, cuando ante el Juez de Paz de Chascomús, Dn. Francisco Villarino, se presentó el comerciante y vecino Dn. Nicasio Zabala, quién expuso que la noche anterior “estando en su tienda como de costumbre” se presentaron “las señoras de Gómez” y dos más, quienes pidieron un vaso de agua, por lo que les ofreció “una horchata” (1), ordenándole a su dependiente que prepara otras “para el resto de las damas”. Que luego estas se habían retirado, regresando pasada la media hora un sirviente de la señora Gómez (de Gómez) trayendo un recado, el que decía “que clase de horchata han tomado las niñas, pues se han enfermado”. Ante ello decía el denunciante que había interrogado a su dependiente, Ramón Manobias, sobre qué había preparado, contestándole éste que las horchatas las había comprado en la botica de enfrente, que se las había despachado el propio dueño, Dn. Fernando Arenaza. Agregaba Zabala haberse dirigido a casa de las Srtas. Gómez para “imponerse de lo que se le había dado cuenta”, encontrando allí a Leonilda Gómez, “cabeza principal de la familia”, cuando ésta le indicaba al médico que estaba presente, que cuando había ido a “comprar una cédula de lotería” había visto sobre el mostrador un vaso de la horchata con restos de vómito. Que entonces Dn. Zabala les había comunicado a todos los presentes en la sala, que las horchatas habían sido “hechas y despachadas por el mismo Dn. Fernando Arenaza”, el boticario. Que luego de hablar con la señora Gómez ésta le preguntó dónde “comprar harina de lino y aceite de almendra” para suministrar a las enfermas, diciéndole él que no fueran a esa botica mientras que el médico les aconsejaba aplicar a las enfermas “cataplasmas de lino al comienzo y darles un poco de te después”. Que como el negocio de Milan estaba cerrado, el se ofreció para ir a comprar “una libra de harina de lino y tres pesos de aceite de almendra”.

El comerciante agregó, que nuevamente en su negocio interrogó a su dependiente sobre quién había preparado las horchatas, contestándole éste, que el propio boticario, la primera sacando de una botella, y las otras con un polvito que sacaba de un mortero y al que le agregaba unas gotas.

Por su parte el dependiente de la botica dijo haber visto solamente cuando le agregaban jarabe de almendra a las horchatas, sin poner ningún otro polvo, indicando que esa era “la única calidad que se despachaba”.

La señora de Gómez ante el Juez de Paz relató, que cuando salieron de la tienda se dirigieron a casa de la señora Rojas de Girado porque ésta las había invitado a tocar el piano, y que en momentos en que lo hacía Dolorcitas Frumitas, “sin haber concluido la pieza que tocaba, se enfermó diciendo que le había dado una descompostura de estómago”, lo que también había ocurrido con su hermana, por lo que se retiraron todas hacia su casa. Que allí su hermana casi se desmaya, por lo que pidieron de la presencia del médico. Que éste antes de ingresar a la habitación de las enfermas este les había dicho sonriendo: “no se aflija, es un vomitivo lo que han tomado”; por lo que asombrada la mujer preguntó cómo lo sabía, contestando el médico que había visto el vaso encima del mostrador de la tienda, indicándole seguidamente que les diera agua tibia y café amargo; “y que si les apuraban los dolores, le aplicara cataplasma de harina de lino con aceite de almendra en el estómago”.

El 29 de marzo de ese año desde el Juzgado de Paz y Comisaría de Chascomús se remitieron al Juez de 1ª. Instancia en lo Criminal del Departamento del Sud, Dr. Felipe José Coronel, las actuaciones y detenido al boticario Dn. Fernando Arenaza, acompañado del Comisionado Juan Arista y un miliciano.

Ya en Dolores el Juez ordenó alojar al encausado en la cárcel, y días después lo interrogaba sobre la causa criminal que había en su contra, indicando éste, ser español, de 24 años, soltero, de profesión boticario, y que “había sido preso” en su casa por orden del Juez de Paz.

El Dr. Coronel lo interrogó particularmente sobre la segunda horchata preparada, queriendo saber qué medicamento había agregado, a lo que el detenido dijo “ignorar lo que se le preguntaba”.

Seguidamente el Juez dio vista al Fiscal, quién manifiesta que antes de tomarle “confesión al preso” creía conveniente se realizara un careo con el dependiente Ramón Manobias, ordenando previamente el Dr. Coronel al Juzgado de Paz que interrogara también a dos personas que estaban en la botica ese día, sobre si habían visto poner un polvo blanco y unas gotas en las horchatas; al médico sobre lo dicho por la señora de Gómez, “que no se afligiera, que las dos enfermas habían ingerido un vomitivo; de cómo pudo conocer el médico al ver el vaso con resto de la horchata en el mostrador de la tienda de Zabala que había un vomitivo; y de cómo supo el médico que esas horchatas habían sido bebidas por Hilaria Gómez y Dolores Frumitas.

El médico al contestar el interrogatorio dijo que no había escuchado que las horchatas fueran para las hermanas Gómez, que lo que le había dicho del vomitivo a la Sra. Gómez “había sido nada más que para tranquilizarla”, y que lo había hecho “sin expresar que vomitivo, ni que sustancia vomitiva producía esas descomposturas”.

Ya con las actuaciones nuevamente en Dolores el Juez ordena al preso que nombrase defensor, haciéndolo éste con Dr. Isidro Bergueire, quien declinó representarlo por “sus muchas ocupaciones”. Inmediatamente el preso designaba al Dr. Pedro García para que lo representara.

A los pocos días el médico que había atendido a las enfermas debió comparecer ante el Juzgado, y con un relato casi similar a su declaración anterior se refirió a lo ocurrido, reiterando que desconocía que sustancia emética podían haber ingerido las mujeres.

Luego hubo un careo entre el preso y el dependiente de Zabala, donde el primero sostuvo que sólo había preparado la horchata con el jarabe, mientras que el segundo sostenía que le había puesto un polvo y unas gotas.

El 19 de mayo de 1855 se realizaba la “audiencia de confesión”, forma llamativa en cuánto a su denominación e integración. Al defensor se lo denomina “Padrino” y al acusado “amonestado”, a quien se le pedía que confesara si había despachado un “peso de horchata”; si el dependiente de Zabala había regresado luego por “otro peso de horchata”, contestando a ambas que sí. Que dijera si había agregado un polvo en el mortero y que cuándo el dependiente le preguntó qué era lo había ocultado. Dijo que eso no era cierto. Si sabía que las horchatas eran para “las Gómez”, dijo que no.

Dos días después de esta “confesión” el Agente Fiscal Cipriano Muñoz, se dirigió al Juez diciendo que se debía sobreseer y poner en completa libertad el farmacéutico Dn. Fernando Arenaza, “porque el abuso injurioso que denuncia Dn. Nicasio Zabala… no está bien justificado, ni es posible esclarecer esta causa más, después de lo actuado”.

Además, el Agente Fiscal indicaba en su escrito, que el Juez de Paz de Chascomús no había cumplido con su deber, ya que había mandado al boticario preso y no al dependiente, “quien estaba complicado en la mezcla que dice dio al jarabe…”.

Además el funcionario consideraba que el Juez había dado mayor importancia a los dichos del dependiente de la tienda de Zabala que a los dichos de otros testigos, que decían que Arenaza solo había despacho una horchata, que no la había preparado, indicando finalmente el funcionario: “no existe cuerpo del delito, ni confesión del supuesto criminal, ni acusación de la parte ofendida”, por lo que prolongar la detención del boticario “no tiene objeto laudable y V.S. ha de servirse mandar sea puesto en libertad completa”.

El 24 de mayo de 1855 el Dr. Coronel resuelve, que “habiéndose practicado los medios de averiguación…, y no pudiendo determinar la certeza legal del delincuente…, debo sobreseer y mando poner en libertad a Dn. Fernando Arenaza”, recuperando éste el mismo día su libertad desde la cárcel.

Nunca se supo, por lo menos en la causa, si había alguien que no quería a las señoras de Gómez; si el malquerido era el boticario a quien le pasaron la boleta; si el médico tan perspicaz en su observación no hizo de lo suyo; si el dependiente Ramón vio los polvos en el mortero; o si como dijéramos al principio, es una historia (judicial), igual a las que años mas tarde daría forma la genial Agatha Christie.

(1) Bebida refrescante que se prepara machacando almendras o chufas, las que han estado en remojo, mezclándose luego la pasta con agua y azúcar.

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