Por el Dr. Sergio Ribé
Estamos lamentablemente acostumbrados a ver diariamente conductas violentas en casi todos los ámbitos. Desde reacciones en el tránsito hasta genocidios en las guerras. Lo peor es que ya naturalizamos muchas de estas situaciones. Sin embargo nos sigue sorprendiendo aún la violencia sin un aparente motivo. Cuando no le encontramos una explicación, cuando solo parece haber maldad, cuando desde lo más oscuro del ser humano aparece la crueldad.
En este sentido, podemos acercarnos a una definición de “crueldad”, si hablamos de un grupo de conductas en las que se goza ocasionando u observando el sufrimiento de otro ser vivo sin otra motivación más que el goce per sé. Casi siempre implica el uso de la violencia y si bien puede acompañar a otros motivos, en estos casos el origen de estas conductas es otro. Fundamentalmente los enfrentamientos ocasionados por el odio o rechazo ante “la diferencia”; cuestiones de género, políticas, religiosas, agresiones sexuales, etc; en las que puede ejercerse también una violencia desmedida con disfrute del daño en el otro.
Excede el objetivo de esta nota analizar profundamente a la crueldad desde un punto de vista biológico, psicológico o filosófico; pero sin adentrar por ejemplo en si es constitutiva o adquirida, es importante conocer que existen conductas inhibitorias desde la infancia sobre la violencia ejercida hacia otros seres. Actúan como moderadores de la crueldad: la moral, la piedad y la cultura.
En cuanto a lo moral se ve muchas veces que las personas disfrazan a la crueldad detrás de un merecimiento o una justificación causal , lo que atenúa el remordimiento y el freno moral. Pensamientos como “Lo hice porque es una mala persona” o por ejemplo“Los hombres en la naturaleza comimos siempre carne”… Pero claramente no es lo mismo cazar un animal porque se lo vaya a comer, que gozar al matarlo aunque sea con esa intención, que hacerlo solo por placer. Y hablando de animales, en su reino, hablar de crueldad supone desconocer como causa de las conductas violentas a probables comportamientos normales adaptativos. Es más, hay una injustificada tendencia a naturalizar las “buenas” emociones a una condición humana y las “malas” a un comportamiento animal.
Viene al caso comentar que está suficientemente documentado el maltrato animal como antecedente de violencia doméstica y distintos tipos de crímenes. Sujetos con historia de maltrato hacia los animales son cinco veces más propensos a cometer violencia intrafamiliar.
Desde lo cultural, está claro que el vivir en sociedad exige un orden; esto está dictado desde las normas naturales con transmisión verbal hasta todas las leyes escritas que regulan que nos comportemos adecuadamente, respetando a los demás, sin ejercer violencia.
En cuanto a lo psicológico/biológico me interesa destacar que se ha asociado a la crueldad con el trastorno de personalidad antisocial, como una característica más de esta patología psiquiátrica. Y también que el alcohol, gran potenciador de conductas previas, exacerba y desinhibe el comportamiento cruel. Todos sabemos el gran problema de abuso de alcohol que tenemos en nuestra sociedad y cuánto nos cuesta el enriquecimiento de las industrias que se dedican a esto, a costa de múltiples problemas de salud individual y colectiva, principalmente de la juventud.
La persona cruel goza del sufrimiento del otro a veces solo observándolo y en otros casos ocasionándolo. La diferencia no solo está en los distintos grados de crueldad, sino además que, cuando se és el autor del daño, hay también un goce del “poder” que se ejerce haciéndolo. Yo puedo hacer esto con vos porque soy el que domina y cuanto más te aplasto y denigro más débil sos y más poderoso soy.
De qué se nutre entonces el cruel? De todo lo que le demuestre el sufrimiento, miedo, dolor, sangre, gritos, destrucción, hasta lo máximo, la muerte. Pero este tipo de comportamiento no surge abrupatmente, hay una evolución en la que las conductas crueles van in crescendo, maltratos psicológicos, maltrato animal, historial de violencia, etc. Es paulatinamente más necesario alimentarse de un sufrimiento cada vez mayor.
Cualquiera que haya visto la película “La naranja mecánica”, dirigida por Stanley Kubrick, además de no haber podido olvidarla, comprenderá claramente lo que estoy hablando, ya que es un ejemplo contundente y muy explícito de lo que es la crueldad. Más allá de lo excelente y polémico que es este film, trasciende además porque nos horroriza que puedan existir personas así. Hay en el mundo ejemplos reales sobre asesinatos originados solo por el goce de hacer y ver sufrir.
Lamentablemente en los últimos días vemos en las noticias otros casos de comportamiento cruel y extremo también en Argentina. Por ejemplo el asesinato de Lucio, un niño que fue torturado y abusado sexualmente varias veces; al que se le pararon encima del tórax hasta fracturarle varias costillas, le cortaron sus genitales y golpearon hasta matarlo. Cometido por la madre y su pareja…
Otro ejemplo a mi entender es el caso de Fernando Báez Sosa, un adolescente asesinado por un grupo de desconocidos que lo golpearon con trompadas y patadas de una manera tan brutal que le produjeron sangrados intracraneales incompatibles con la vida, lesiones pulmonares, hepáticas e intestinales, hasta matarlo en menos de un minuto. Le pegaron dejándolo inconsciente en forma inmediata, pero aún así lo siguieron pateando y pateando, incluso ya estando muerto.
Cuando se produce un homicidio a consecuencia de un conflicto entre una o más personas, ya sea en el tránsito, un boliche, o cualquier otra discusión, el motor de la muerte es la pérdida de límites y la impulsividad. Pero en el caso de Villa Gesell se trata de un grupo que se comportó en forma cruel antes, durante y después del hecho. Previamente tenían un historial de salir a golpear, como parte de su programa nocturno, a otros jóvenes los fines de semana , incluso con el antecedente de ensañarse en grupo contra una sola persona como si fuera una presa, ocasionar lesiones importantes como fracturas y filmarse en sus cacerías. Durante la golpiza a Fernando Báez claramente rodean a la víctima elegida, que ya estaba siendo filmada por uno de ellos, y luego viene lo que vimos todos en los videos, donde no hay dudas que hay una respuesta desmedida en cuanto a violencia y en número de atacantes, imposible de explicar por otra causa. Seguramente el accionar en grupo y el alcohol colaboraron en desinhibir aún más la crueldad con la que se expresaron. Luego del hecho siguió el disfrute de lo que habían producido, para eso además tenían el video con el cual podrían revivirlo y regocijarse cuantas veces quisieran. También queda claro en los mensajes que enviaron con posterioridad, que habían disfrutado lo que habían hecho, tanto por haber “ganado” como por el daño ocasionado.
¿Pero por qué? ¿Cómo se llega a ésto? ¿Cuántas instituciones fallaron en inhibir este tipo de conductas en estas personas en todo su desarrollo? Familia, escuela, clubes…¿Qué otro móvil tenían que no fuera repetir una vez más su comportamiento cruel? Seguramente hay diferencias entre los distintos integrantes de este grupo, pero a mi entender el identificador que los unía como un todo en estas cacerías era la crueldad, y como cuando jugaban al rugby, los partidos que ganaban, ganaba el equipo entero y no solo el que hacía los try. Aún hoy siguen jugando en equipo enfrentando su juicio todos juntos.
No hay dudas que a la inmensa mayoría de la población nos horroriza la crueldad y no podemos creer que haya personas que gocen del sufrimiento de otras aún sin conocerlas e incluso sin ninguna otra motivación. En este sentido, si bien es difícil comprender por qué algunos hechos tienen gran trascendencia mediática y otros no, cuando hay un comportamiento cruel sobre alguien inocente, alguien que podría ser cualquiera de nosotros, está claro que va a tener repercusión, porque va a amenazar nuestros valores más básicos como seres humanos, como son la empatía y la piedad.
Entonces es falaz y malintencionada la campaña de que los rugbiers podrían ser hijos de cualquiera de nosotros, la realidad es que Fernando Báez Sosa sí pudo ser alguno de los nuestros.
MP:110484
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