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Tuvo sexo con una menor que no conocía, que terminó siendo su sobrina

Federico Sabalette
Federico Sabalette
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La causa 18.762 del año 1948 fue iniciada ante el Juzgado en lo Criminal y Correccional nº 1 del Departamento del Sud, cuyo Juez era el Dr. César E. Quenard y su secretario el Dr. Hipólito Marcelo Toscano, caratulada como “violación y rapto” y originada por una denuncia formulada en la ciudad de Necochea.

Esta historia que tiene mucho de desconocimiento familiar y una trama de enredo que seguramente hoy podría ser argumento para alguna telenovela, se inició cuando una mujer se presentó en sede policial manifestando que ese día, siendo aproximadamente las 7 horas, su hermano de 35 años, soltero, trabajador de campo y domiciliado en Orense, Partido de Tres Arroyos, había raptado a su hija de 13 años para llevarla a hacer vida marital con él, aclarando que físicamente ella aparentaba tener más edad, quizás de una chica de 15 años, pidiendo a la Justicia en esa presentación que fuera restituida a su hogar.

A los dos días y cumpliendo ordenes del Juzgado recibidas mediante un “memorándum telefónico” (el medio utilizado en la época), la policía detuvo al denunciado y se aprehendió a la menor, quienes vivían juntos en una vivienda de la localidad de Orense.

La menor al declarar ante la instrucción policial relató que estando en casa de un tío, hermano de su mamá, había conocido a una persona, José, que vivía como ellos en la estancia Los Alamos en el Partido de Tandil, y que luego de estar en una oportunidad conversando en el campo habían mantenido relaciones sexuales, lo cual habían repetido en otras oportunidades, enterándose más adelante que esa persona era hermano del tío con quién ella vivía, consecuentemente su tío carnal.

Dijo que al pasar el tiempo y al notar que estaba embarazada se había ausentado de ese campo y había ido al hogar de su madre, y que estando viviendo con ella se había puesto en comunicación con José, y que combinaron fugarse para hacer vida en común y concretar luego su casamiento.

El imputado reconoció haber tenido relaciones íntimas con la menor mientras trabajaba en el campo donde su hermano era el encargado, y dijo que allí había conocido a la señorita ignorando que era su sobrina, que lo supo recién pasado unos tres meses y cuando ya había mantenido relaciones sexuales, las que se habían hecho más frecuentes y siempre a campo abierto, con el consentimiento de la menor.

Posteriormente el acusado ante el Juez, dijo que no le constaba que la menor tuviera la edad que decían o la que figuraba en la partida de nacimiento, más aún , que ese documento indicaba que tenía 11 años, y que siempre había creído en sus dichos de que tenía 15.

En torno a la partida de nacimiento se originó una controversia, pues la madre indicaba en su denuncia y en sus dichos que su hija tenía 13 años, situación que fue finalmente aclarada cuando la mujer reconoció que por vivir en el campo y alejada del pueblo, recién había asentado su nacimiento en el Registro Civil a los dos años de que hubiera ocurrido.

El agente fiscal, el Dr. Julián J. Feiter, en febrero del año siguiente acusó a José…, como autor responsable del delito de “violación y rapto”, pidiendo para él la pena de “siete años de prisión”.

El Defensor Oficial de Pobres y Ausentes, el Dr. Belisario Hueyo, rechazó que se tuviera probada la autoría y responsabilidad del acusado, indicando que su defendido había obrado “bajo error”.

Entre los fundamentos de la defensa, consideró que hasta la propia madre reconocía que su hija aparentaba más edad de la que tenía, valorando también la pericia médica realizada a la menor que era concordante en este aspecto.

El Dr. Hueyo insistió que su protegido legal había actuado en todo momento con desconocimiento de quien era la chica y que había sido llevado al error por la apariencia de la jovencita, argumentos que finalmente fueron receptados por el Juez, quién absolvió libremente al acusado de los delitos imputados.

Nada dice el expediente, qué fue de la vida de los actores de esta historia. Si es que siguieron juntos, o si finalmente el pobre José optó por la sana costumbre de desconfiar y pedir documentos.

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