Décadas atrás cuando el flagelo del SIDA comenzaba a preocupar seriamente a toda la sociedad por sus funestas consecuencias, la población de Dolores no habituada a convivir con este tipo de problemática, escuchaba con estupor que en uno de los tantos boliches nocturnos que contaba la ciudad se albergaba una hermosa mujer, muy joven ella, que lograba atraer la presencia de un sinnúmero de jóvenes (y no tanto) dispuestos a pasar una noche de diversión y placer. Se decía «por lo bajo», que ella estaría infectada con el virus temido.
En torno a esta extraña dama, con nombre de una telenovela de éxito diario se había formado una especie de admiración colectiva, por la gran cantidad de adeptos que contaba la mujer.
Alta, de rasgos sensuales y felinos, esta espectacular morocha, de sonrisa fácil y encanto envolvente, se había ganado un lugar destacado dentro de los noctámbulos asiduos a este tipo de divertimentos.
Noche tras noche, la dama en cuestión compartía una copa y el posterior encuentro feliz que se prolongaba hasta que el sol anunciaba la presencia del día.
Aunque la oferta vendedora era amplia y generosa, en éste y en los otros boliches, todos querían y ansiaban entablar un encuentro circunstancial con ella. Desde ignotos clientes hasta prominentes personajes, pasaron por su mirada que atraía.
Esta especie de romance recíproco entre la mujer y sus hombres duró un tiempo considerable. Hasta que un día el rumor ganó la calle. “Está infectada con SIDA…!!!, decían…
Y el pánico cundió y cómo… Lo que había sido fascinación se convirtió en temor. Infinidad de jóvenes (y no tanto…) se vieron envueltos en un miedo colectivo, el cual obligó a muchos de ellos a realizarse el examen médico correspondiente.
Lo que había comenzado como un rumor -dicen-, salido de la imaginación de un miembro de peña nocturna de viernes, prontamente estuvo en boca de todo el mundo.
Indudablemente el encanto de aquella mujer pronto se esfumó. Los que anteriormente pugnaban por acercarse a ella querían ahora estar bien lejos. La “extraña dama” en cuestión al tiempo emigró buscando otros rumbos.
Pasada la incertidumbre inicial que produjo la noticia y la posterior desmentida, la espectacular morocha de rasgos sensuales y felinos regresó a la ciudad para las festividades de Navidad y año nuevo.
Aquel publico asistente al conocido reducto cafeteríl de la city dolorense, la vio ingresar un sábado por la madrugada.
– Me parece que es ella…!!!, le decía una mujer sentada junto a la amiga.
– ¡No puede ser… no puede ser…!, exclamaba un amigo de otrora de la extraña dama.
Las mujeres habitúes a la confitería, ya sin disimulo y con intriga querían conocer a aquella mujer que estaba en boca de todos. Todas las miradas estaban puestas en ella.
Pasado el revuelo inicial, la mujer con nombre de telenovela apuró el café, aplastó su cigarrillo rubio contra el cenicero y con paso elegante se retiró del lugar.
Estuvo algún tiempo más en la ciudad, pero…»ya nunca fue como entonces».