Por el Dr. Héctor Ulises Napolitano
En mi opinión, las pandemias a temer son una hambruna mundial con alta mortalidad, las enfermedades que pueden ocasionar los cambios climáticos y el aumento de la depresión psíquica por ansiedad y angustia.
Pienso en estas tres, que desde luego deseo que no sucedan, pues la crisis alimentaria se perfila ya como un gran problema a resolver, incluso en países económicamente desarrollados y con más razón en los subdesarrollados que la vienen sufriendo desde hace tiempo, debido en estos últimos no solo por ser monocultivadores de algunos de ellos, sino por la enorme brecha de desigualdad socio- económica que ha generado la concentración de la riqueza en manos de unos pocos. Respecto a las enfermedades que pueden ocasionar los cambios climáticos, es un alerta permanente que los científicos en la materia vienen difundiendo para evitarlas, pidiendo a los gobiernos de todos los países cumplir con las medidas y pautas para cuidar y proteger el medio ambiente con relación a la emisión de gases tóxicos que contaminan y deterioran la atmósfera y a la preservación de la flora y la fauna de su depredación y extinción. Previéndose que el calentamiento global al producir el deshielo de glaciares, puede causar la liberación y aparición de viejos gérmenes bacterianos como virósicos que se hallan en el interior de los mismos. Finalmente, psicólogos y psiquiatras de todo el mundo ya lo dan por hecho que la nueva gran pandemia será el incremento en todo el mundo de la depresión como enfermedad psíquica debida a la ansiedad y la angustia que ocasiona el estrés y la impotencia y frustración de no tener trabajo ni poder subsistir, ya no a niveles de dignidad, sino en lo más elemental, como la falta de agua, por ejemplo.
No es mi intención pintar un cuadro sombrío del futuro, sino dar una simple opinión de lo que me parece, pero que además me informo a diario de lo que puede ocurrir, rogando a Dios que logre iluminar las mentes de quienes gobiernan para que las desigualdades e injusticias sociales no lleguen a la hambruna, para que tomen conciencia de las graves consecuencias que pueden causar a la humanidad los cambios climáticos por contaminación del medio ambiente, y que también se priorice la salud mental, que poco se ha hecho hasta ahora por ella desde el ámbito público, no obstante los reclamos e ingentes esfuerzos que están haciendo organizaciones privadas y profesionales que se dedican a ese tema.
En los tres casos planteados “las preocupaciones son mucho más que las soluciones”.
Si hay crisis de conducción política en los países del llamado tercer mundo, también la hay en el máximo organismo internacional como la ONU, lo que es alarmante.
Durante la pandemia del Covid 19 la OMS fue de lo más errática a la hora de dar consejos y tomar decisiones. Incluso fracasó rotundamente en su plan de querer proveer de vacunas de manera proporcional a los países con menores recursos, como es el caso de los africanos.
El Consejo de Seguridad solo hoy pone la mira en le guerra entre Rusia y Ucrania, olvidando trágicas guerras que tienen lugar en Etiopía, Yemen, Somalia, Birmania, Afganistán. Tan solo en Africa se han registrado 60 guerras, y en algunas con graves violaciones a los derechos humanos.
El único que ha levantado la voz para visibilizarlas y denunciar tales violaciones es el Papa Francisco.
Muy simple, la OTAN es poderosa, y el resto de los países mencionados por pobres no son tenidos en cuenta.
“Cuando existe un probable peligro y se hace caso omiso de quienes deben prevenirlo o evitarlo, es atinado advertir el olvido por parte de los que estamos preocupados de que suceda, aunque no tome estado público ni cambie el mundo y se lo haga, como yo, desde un pequeño pueblo a modo de ruego”.