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Viajar

Federico Sabalette
Federico Sabalette
5 Minutos de lectura

Por el Dr. Héctor Ulises Napolitano

 

Viajar es un modo de descanso y distracción y al mismo tiempo de conocer otros lugares. Lógicamente me referiré a los viajes que se hacen para disfrutar de tales gozos y no de aquellos que se realizan por trabajo o enfermedad. Hay personas que son muy viajeras y otras que no lo son tanto.

Es una cuestión de gusto, predisposición y también de posibilidades económicas, aunque éstas suelen ser allanadas si se tienen las otras dos.

Los que son viajeros, ni bien terminan uno ya están pensando en hacer otro a distinto destino o igual, pues hay lugares que seducen de tal manera que uno no se cansa de volver a visitarlos.

Hoy se viaja mucho en avión para llegar más rápido al destino elegido. Sin embargo, los viajes que más se disfrutan son los que se hacen por vía terrestre, especialmente en automóvil, pues quien tiene y va con el deseo de conocer puede parar en el trayecto en ciudades, pueblos y sitios que les pueden llamar la atención por sus recursos y bellezas naturales, historia y cultura.

En el caso de un tour depende mucho del conocimiento del guía o guías turísticos que tenga, pues es el que elige los lugares a visitar.

Quienes van con fines de descanso lo ideal es el mar o las sierras. Pero aquellos que además viajan con la intención de conocer, lo deben hacer hacia lugares que se caracterizan por su historia y cultura o por tener sitios emblemáticos tanto naturales o realizados por la mano del hombre.

También a los más curiosos y ávidos por conocer lo exótico suelen elegir sitios no convencionales, en algunos casos por lo alejado y extraño, y en otros por tratarse de pueblos que conservan costumbres primitivas y aborígenes.

El tema no es decir solamente fui a tal o cual país o lugar, sacarse fotografías, y terminar expresando ¡la pasé bárbaro!, sino incorporar en la memoria conocimientos e imágenes que enriquecen intelectualmente y permitan que la mente se traslade imaginativamente a recrearlos de nuevo.

Esto último es lo que atesora el real beneficio que se obtuvo del viaje realizado. En una palabra, cuando uno viaja por placer pero también para conocer, debe ir predispuesto a abrir bien los ojos, tener atento la mente y entregar al éxtasis el alma.

Lamento mucho cuando al saber que alguien hizo un viaje a algún país que tiene mucha riqueza cultural en historia y en arte, al preguntarle si fue a tal palacio, monumento, museo, en lugar de responderme dándome detalles sobre ello, me contesta que el hotel era de cuatro o cinco estrellas y que la comida de alta gastronomía, o que lo pasó muy bien durante el viaje en avión.

De allí deduzco, cual fue la intención que tuvo su viaje, desaprovechado en mi opinión pues gastó mucho para solamente estar cómodo en su alojamiento y comer bien, cosa que pudo realizar en su propio país gastando menos y beneficiando a toda la cadena comercial que vive del turismo local.

Una vez visité la provincia de Mendoza, y el guía, entre otros lugares, nos llevó a Uspallata a conocer un hito en medio del desierto y la precordillera de los Andes, donde fue el punto en que San Martín decidió dividir su ejército para emprender el epopéyico cruce hacia Chile.

Además de quedar extasiado por la inmensidad panorámica del lugar, me emocioné al imaginar a San Martín tomando tal histórica decisión.

Un turista que se encontraba en ese momento a mi lado, me dijo ¿pero mire, a qué pavada a ver nos traen?. Mi respuesta fue un silencio piadoso.

“Los grandes viajes en la historia los hicieron quienes imaginaban lo desconocido. Hoy se sabe mucho más del mundo, por lo que nos exige a que a más de un gusto, el viaje sea una experiencia de aprendizaje para incorporar a nuestro conocimiento siempre algo nuevo, y no recorrer kilómetros para que queden tan sólo algunas fotografías de recuerdo, que a veces con el tiempo la memoria olvida hasta de que lugares fueron”.

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