En todo tiempo las diversas crisis económicas que han azolado el país, aparecieron diversos personajes que utilizando buenos oficios y creatividad decían buscar paliar sus efectos.
Al amparo de los avatares políticos y por ende económico, comenzaron a aflorar todo tipo de profesiones, oficios y actividades peculiares como limosneros, adivinadores y curanderos, arraigadas por el amparo del caudillismo político y prometiendo sanar todo tipo de males.
Emeric Esexx Vidal, primer artista que retrató la Argentina independiente, en su corta estadía en la región entre 1816 / 1818, en el libro de laminas y apuntes “Ilustraciones de Buenos Aires y Montevideo” publicado en Londres en 1820, destacaba que los mendigos en proporción a la población eran numerosos, notándose que en general eran viejos o muy jóvenes, tomándose a los ciegos y cojos como objeto de caridad, encontrándoselos en las puertas de las iglesias, al incesante lamento de “por el amor de Dios”.
En el Dolores de comienzos de siglo XX, más precisamente por el mes de enero de 1901, un diario se ocupaba del tema con atención, expresando que había sido conducido a la comisaría el mendigo Vicente Pusandy, inválido de una pierna, por haber promovido desorden en la peluquería La Bilbaína, sita en la calle Rico, donde se había presentado solicitando limosna.
Bastante trabajo le costó al sargento Rosales “arrear al iracundo sujeto” -según la crónica-, el cual se mostraba muy insolentado del poco dinero que le daban como socorro a su estado de inválido.
Los lugares donde entonces los vagabundos se dedicaban a matar el tiempo con sus reuniones eran en inmediaciones de la Escuela Normal; en el antiguo frontón Tojeiro y en la por entonces calle Estados Unidos (actual Vucetich) entre las de Buenos Aires y Amazonas (hoy Ingeniero Quadri). Era común observar pedigüeños en la entrada al templo.
Era precisamente época donde la autoridad municipal otorgaba vales para carne y pan a gente indigente, y donde la Sociedad San Vicente de Paul bajo la presidencia de Verónica Ollo, sostenía la denominada “casa de pobres”, en Necochea 27 entre Mendiola y Machado.
Siempre apelando a fuentes periodísticas, el diario “La Tarde” de 1902 insertaba en sus páginas interiores un curioso aviso: “Adivina – Se avisa al público que adivina el porvenir por medio de las cartas a todas aquellas personas que deseen conocerlo. Pueden acudir sin temor a ser engañadas a la calle Buenos Aires número 36”.
Nueve años tardaron las autoridades en atacar este flagelo, puesto que recién en el año 1911 dictaban una ordenanza prohibiendo el ejercicio de la adivinación, bajo cualquier forma o denominación u manifestación que se presentara. Preveía arresto y multa a los infractores, destacando además la no exibibición en las calles del municipio de fieras o toda clase de animales salvajes, aunque sean domésticos, como monos, osos, etc.
También por el mismo año, el HCD se ocupaba de la mendicidad dictando una norma prohibitiva sobre su ejercicio dentro del Partido, pudiendo detenerse a los menores que se dedicasen a esta actividad, poniéndolos a disposición del Juez de Menores, previendo a los padres arresto de hasta ocho días.
Como completando una trilogía de males que corrompían la sociedad local se procedía a sancionar otra ordenanza, la que reglamentaba el ejercicio de la prostitución en Dolores, práctica muy arraigada desde mucho tiempo atrás en los numerosos lupanares, cafés y casinos – bares de la ciudad.
En el año 1912 y debido al clamor generalizado urgía la creación de un refugio que cobijara menores desamparados. Luego de idas y venidas, el mismo era cristalizado contiguo al Hospital San Roque bajo el nombre de “Rivadavia”. Sus instalaciones eran bendecidas el 24 de agosto, actuando como director Eduardo Cano. Los chicos allí internados, sacados de la calle, realizaban muebles sencillos y baratos, como rinconeros, bancos y bateas de lavar.
No bastó que un instituto contuviera la marginalidad y reinsertara a través de las tareas artesanales elaboradas por los menores, ya que “La Patria” del 7 de septiembre de 1917 daba cuenta de una razzia iniciada por la autoridad policial contra limosneros, que en número elevado pululaban la ciudad, quedando a disposición de la Municipalidad.
Fue comentario del vecindario la noticia que tomó estado público, la que anunciaba el fallecimiento en la ciudad de Tres Arroyos de un mendigo de nombre Antonio Rayera, individuo que tenía depositado en la sucursal existente en Dolores del Banco Español miles de pesos, los cuales se decía constituían una fortuna.