Por el Dr. Héctor Ulises Napolitano
Al placer lo definiría como la grata sensación que se experimenta al satisfacer un deseo.
Lo que calificamos de placenteros son los momentos en que se disfruta Se suele usar también como expresión de cortesía al saludar diciendo “es un placer”. de algo o se logra la paz y tranquilidad que se espera al descansar o distraerse, denominándose en este último caso como “plácido descanso”.
Todo cuanto cae bien a los sentidos (imágenes, aromas, gustos, sonidos, caricias) y aquello que produce alegría y felicidad.
Pero si bien ocasiona satisfacción, en ciertos casos se utilizan para provocarlo medios nocivos (alcohol, drogas, sadismo, masoquismo y pornografía sexual), que producen consecuencias perjudiciales para la salud física y mental, como también distorsiones de conducta.
Cuando se habla de placeres mundanos se hace referencia a hábitos y vicios que corrompen.
En ciertos placeres juegan más las emociones que lo racional, la tentación que la conciencia.
Así se comienza de niño o adolescente a consumir sustancias tóxicas (alcohol, tabaco, estupefacientes) para saber qué sensación causan y que efectos ocasionan.
Lógicamente, el placer es más fuerte que la abstinencia, y se suele llegar a experimentarlo de manera inconsciente y sin prever ni medir las consecuencias.
Hay un refrán que dice “noches alegres, mañanas tristes”, que es totalmente comparable a los efectos que producen los placeres nocivos, que de la euforia o el éxtasis pasan a convertirse luego en estados de depresión profundos.
El placer a veces incita a tentaciones rayanas con lo prohibido, no solo en lo moral, sino en el comer, si alguna comida que se desea cae mal o no se debe ingerir cuando se está haciendo una dieta.
El placer estimula al deseo, y éste a la necesidad de satisfacerlo.
También nos inclinamos a lo placentero para aliviar penas, cansancios y fatigas.
Contrariamente, ocasiona perversiones en prácticas sexuales sádicas y masoquistas que causan a ciertas personas placer. Como, además, es móvil de crímenes que se hacen por venganza o cuyos autores son psicópatas.
En sentido positivo, deja la esfera de lo individual para pasar a la de relación con los demás, en el placer por complacer.
En este caso, se da la perfecta empatía de satisfacer el deseo o agrado de otro.
Se puede decir que el placer es compartido, pues resulta recíproco en el yo siento placer por complacerte y tú sentís placer por ser complacido.
El placer por complacer se da especialmente en relaciones de pareja y en la amistad, además de sentirse en actos de solidaridad y altruismo, pues es propio de la generosidad.
Vivimos buscando el placer en el sentido de estar contentos en lo anímico, y siendo el antídoto de la desazón y la depresión, caracterizándose ésta última por la pérdida del deseo que causa placer, a punto tal que el psicoanálisis lo considera como pulsión de vida en oposición a la de muerte en la que se encuentra ausente.
Todo momento de alegría y felicidad causan placer espiritual, porque el alma se relaja, al igual que el músculo lo hace en el descanso después de un intenso trabajo.
El concepto de placer depende mucho de cómo pensamos.
Al igual que en los gustos, cada uno tiene su escala de valores para apreciar en más o en menos los placeres que experimentan. Algunos se contentan con tener lo necesario y otros con poseer bienes suntuosos.
En ese sentido es de aplicación a la subjetividad del placer la célebre frase de Ramón Campoamor convertida en refrán “todo es según el cristal con que se mira”.
Reflexión, “el placer comparte lo bueno y malo de la vida, y a semejanza con el dinero, es útil en el disfrute y acarrea consecuencias perjudiciales en el derroche”.