Por el Dr. Héctor Ulises Napolitano
En nuestras vidas nos pasamos tomando decisiones, incluso el vivir es una decisión, pues hay gente que opta por suicidarse.
Es casi permanente hacerlo por elección, problemas, cambios, y a veces sin estar enfrente de ninguna de esas situaciones, ante la pregunta ¿qué hago o qué voy a hacer?.
En los únicos momentos que no tomamos decisiones es cuando dormimos o tenemos como se dice la mente en blanco, aunque suele ocurrir en ambos estados que al soñar o no pensar en nada aparezca una idea que nos brinda la solución a algo que buscábamos (una salida a un problema, una palabra, frase o argumento que queríamos encontrar para dar una respuesta o continuar escribiendo un texto que habíamos dejado inconcluso).
En el tomar decisiones es cuando ejercitamos verdaderamente la facultad de pensar, tanto de razonar como de discernir. También la memoria que a veces es fundamental para relacionar cosas del pasado con las actuales que debemos resolver (cuestiones semejantes, errores antes cometidos, antecedentes que se vinculan con el asunto a tratar, etc.).
Hay decisiones que nos cuesta tomar más que otras. Todo depende del grado de importancia que le damos a la cuestión a decidir, y también de la capacidad que tenemos para hacerlo por nuestra cuenta, sin tener que recurrir a alguien que nos aconseje y asesore.
En este último aspecto, es esencial consultar con un profesional competente o alguien idóneo en el tema, cuando no estamos o no nos sentimos capacitados.
En la toma de decisiones, priman las dudas a la seguridad, cosa que es bueno que ocurra, porque cuando más se duda mayor tiempo se emplea en pensar y analizar.
Las decisiones de elegir y de cambiar son esenciales para nuestras vidas, porque dependen exclusivamente de nuestra voluntad e inteligencia, en cuando a su determinación y acierto.
Sostengo siempre y es mi consigna que “el saber vivir es saber elegir”.
Elegimos permanentemente, qué comprar, qué consumir, cuánto gastar. También donde vivir, residir, como además cambiar de lugar y domicilio. En igual sentido, contraer créditos, deudas.
En cuanto a los problemas que se nos presentan, a veces sus soluciones dependen de nuestra decisión, y en otras de los que nos aconsejan profesionales o entendidos en la cuestión de que se trata.
En estas últimas decisiones es esencial acertar en la elección de quien nos va a asesorar o prestar sus servicios para darnos las soluciones que esperamos tener, y del tiempo en hacerlo, ya que una indecisión prolongada o una decisión tardía, puede agravarlos por culpa de nuestra propia desidia de no tomar una decisión en el momento adecuado y de manera oportuna.
En casos de urgencias y emergencias, es cuando se prueba la inteligencia en dar respuesta inmediata, sin aturdirse ni entrar en confusiones u obnubilaciones mentales, aunque cuando resulta difícil en tales situaciones tener la mente fría.
Hay personas más decididas que otras. Las diferencias las marca el temperamento, el carácter, el nivel de conocimiento en lo intelectual, pero también la experiencia.
La experiencia es muy buena consejera a la hora de tomar decisiones, en especial para no reiterar errores ya cometidos, y reflexionar lo suficiente antes de decidirse.
La precipitación como la inoportunidad, son siempre causales de equivocaciones, y luego de lamentos por desaciertos.
Por ello, lo mejor es estar siempre prevenidos, y preparados mental y anímicamente sabiendo de antemano que el rumbo y destino de nuestras vidas están sujetas a las buenas o malas decisiones que tomamos. Al decidirnos estamos ejerciendo plenamente nuestra libertad de hacer, no hacer y de elegir.
Lo que me sugiere la siguiente reflexión:” de acuerdo a cómo tomen sus decisiones, se conoce de las personas si saben o no ser libres”.
En cuanto a las que persiguen con ellas cambios, “lo más difícil es decidirse a cambiar uno mismo, reconociendo y superando defectos o procurando abandonar adictivos vicios”.