Por el Dr. Héctor Ulises Napolitano
La lectura es un hábito que tienen pocas personas con relación a aquellas que no demuestran apego a ella.
Dicha costumbre o afición nace por la formación recibida y también por la curiosidad de quienes están ávidos de conocer y saber siempre algo más.
Puede tener como fin el de informarse, instruirse, entretenerse y hasta usarse como el medio para perfeccionar el propio lenguaje, conociendo nuevas palabras, mejorar la dicción al hablar, la ortografía al escribir y la redacción, entre otros beneficios como el de ejercitar la concentración, la memoria y el análisis a través de la comprensión de todo cuanto un texto puede narrar o describir.
Se suele leer a la ligera, a veces por ejemplo los títulos de los diarios o algún capítulo de un libro, pero sin hacerlo con detenimiento y desde el comienzo al fin, lo que es simplemente pegar un vistazo, pero sin ninguna contracción y dedicación a hacer un análisis de los contenidos en profundidad.
Se justifica dicha actitud por el estrés y el aceleramiento en que vivimos, y en consecuencia a la falta de tiempo que por tal vertiginoso trajín supuestamente no disponemos. Cosa con la que estoy en total desacuerdo, pues también existe el tiempo libre, que cada uno puede usarlo como quiere y en lo que desea.
Así como comúnmente se lo emplea para descansar, reunirse, divertirse, además se lo puede hacer para leer. La cuestión radica en la falta de interés que hoy existe por cultivarse intelectualmente, creyendo que ante lo que no se sabe o se tiene dudas recurriendo a internet se resuelve rápidamente, sin necesidad de tener que apelar a un libro, a una enciclopedia.
Incluso hay quienes sostienen que ante dicho avance de la informática, el libro se ha convertido en una antigua reliquia de museo que decora a alguna biblioteca.
Por suerte sigue habiendo escritores que se suman cada vez más en diferentes disciplinas de la ciencia, el arte y la cultura en general, y lectores que transfieren dicho hábito a sus descendencias, sin que hasta el momento se haya interrumpido con el paso de las generaciones.
En tal sentido, los que además de escribir somos aficionados a la lectura, parafraseando un célebre y conocido proverbio podemos decirle a los detractores” ¡el libro que queréis matar, goza de buena salud!”.
Lo demuestran las numerosas ferias del libro que se organizan y tienen lugar en los más diversos países del mundo, y la permanente aparición de best seller en materia literaria. Además del reconocimiento a destacados escritores a través de premios con trascendencia internacional.
La falta de lectura lleva a la ignorancia que no es lo mismo que analfabetismo, pues incurren en ellas personas alfabetizadas e instruidas que por no leer opinan en la mayoría de los casos sin tener conocimiento o tomando como referencia informaciones distorsionadas que escuchan en los medios de comunicación.
Además ver y escuchar es mucho más cómodo que leer, por eso mucha gente prefiere lo audiovisual en lugar de concentrarse en el análisis de un texto que requiere de estar predispuesto a insumir tiempo en hacerlo y exige mayor atención.
El conocimiento e información que se recibe por la vista y el oído por ser inmediata puede ser fácilmente olvidada, la receptada por la lectura debidamente comprendida generalmente queda en la memoria, y en caso de olvidos, puede ser vuelta a leer y repasada, más cuando un libro que se tiene, siempre se encuentra al alcance de la mano.
El libro a través de la lectura genera con su magia una invisible conexión entre el autor y el lector, sin necesidad de que haya entre ambos un contacto directo y personal, sino tan solo intelectual; llegando incluso a producirse un implícito entendimiento cuando el lector concuerda con lo que el autor expresa.
Además la lectura estimula en un niño a despertar su imaginación, en un joven a pensar y razonar, y en un adulto a revisar y corregir algunas cosas que supuso tenerlas ya por aprendidas.
“La lectura es cultura por antonomasia. La cultura puede mantener sus costumbres y tradiciones, pero si se ha perdido el hábito por la lectura, deja en lo que respecta a su ilustración de ser culta, y pasa a convertirse en esclava de la mediocridad y la ignorancia”.