…Usted se estaciona sin permiso y así nomás, me quema la gramilla del patio con los fierros que tiene pa’ amortiguar, pareciera, y pa’ colmo me llena la cabeza de preguntas, sin hablar… Yo le pregunto a usted, ¿No debería sentir miedo? Yo, digo, ante usted… Pero me mira nomás, y yo lo miro, notando eso sí que cuchillo no lleva, correntino seguro no es… ¿Cómo puede ser que sin escuchar palabras entienda lo que me dice? ¿Telepatía dice? Cosa e’ gringos…
A su color de piel le falta sol hermano, y vino no quiere, ¿se encuentra bien? Pero usté’ pregunta solamente por el grito que largué, ah, el llanto del acordeón que no puede hablar y nos pide a la gente que lloremos por él, ese grito… ¿Habrá cantores allí de donde viene? ¿Cómo se lo explico? Sí, acomódese….
Usted ahora se encuentra en Sauce de Luna compañero… Si agarra la 127 sigue nomás pa’ Miñones, San Jaime, y sigue por Corrientes ya… y por estos lados y en otros países también, muchas personas, todos en el barrio gritamos de una forma así, particular. Debe venir de los tupí guaraní… ¿no? porque lo llamamos Sapucay… es bien agudo, como el dolor que provoca la ponzoña de una víbora pisoteada. Y pueden ser varios y cortitos, como patada de cuchi, o lo más largo y fuerte posible, poniendo a prueba el pecho. ¡Hay sapucays dignos de aplaudir! Y otros solitarios y medio amargaos, que se retoban en la cancha…
¡Y es el grito mismo del alma, no es solamente un sonido, o una herramienta pa’ medir distancias… es el sentimiento de andar viviendo! Porque además… uy… dónde estamos? Ay guricito gris, que estamos alto… ¿De dónde me agarro? ¡Decime! Uy… Sonamos dijo Ramos…
Cristobal Gamarra