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Los Corsos de antaño

Federico Sabalette
Federico Sabalette
7 Minutos de lectura

(Del ¡Te acordás Dolores! de Miliky Fortini)

 

Una nueva edición del Carnaval del Sol se está desarrollando en Dolores, las comparsas y las máscaras exhiben todo su esplendor en el “corsódromo” como impera por estos tiempos, por eso y para recordar cómo eran o que situaciones se vivían en su organización o desarrollo en el siglo pasado, decidimos publicar nuevamente esta interesante nota de Ernesto “Miliky” Fortini, donde recordaba el carnaval del año 1901.

Así lo reflejaba:

“Nuestra ciudad desde tiempos muy lejanos, año tras año festeja con sus corsos las jornadas del carnaval. La llegada de Momo se instala con su cuota de alegría y diversión durante algunos días, llenando de color y algarabía a los dolorenses que masivamente se vuelcan a sus calles. A través del paso del tiempo las variantes introducidas en sus festejos han sido diversas. La calle Rico y su continuación Buenos Aires, por ser su arteria principal y céntrica, sin duda ha sido el lugar por excelencia.

En esta recordación me he de referir a los festejos paganos llevados a cabo en el año 1901.

Los mismos se proyectaban llevarse a cabo en la Plaza Castelli, no se sabía en los preliminares del mismo si ese año se contaría con corso nocturno, pues se esperaba » la contestación de la usina», para dotar de energía eléctrica el paseo.

Para presenciar el corso las distintas comisiones pensaban en la confección de palcos en un numero de 36, sin contar los balcones con frente a la plaza que albergaría a un buen número de familias.

Distintas eran las comisiones que trabajaban para el brillo y esplendor de los festejos. Comisiones de recibo, adornos, palcos, etc. Por otra parte para el “entierro” de Momo se anunciaba la aparición por tercer año consecutivo de un periódico satírico y burlesco dedicado al festejo. Se denominaba «El Carnaval», en sus páginas se verían reflejadas las distintas incidencias y comentarios de la fiesta.

La particularidad de ese año era que se llevaban a cabo dos corsos a la vez. Uno como queda dicho en la Plaza Castelli y el otro denominado Corso Calle Buenos Aires.

El alumbrado del primero se haría a luz eléctrica, por lo cual se había contratado el servicio con la empresa propietaria de la usina, ubicada en la calle San Martín, mientras que en el otro se haría a querosene y farolillos. Para tal fin, en el centro de la calzada se habían fijado soportes de faroles, los que servirían de línea divisoria de la calle. Las horas oficiales para el desfile de carrozas, comparsas y murgas estaban previstas de 5 a 7 p.m. y por la noche de 8 a 10 p.m. En los cordones de las veredas se elevaban soportes de gallardetes a distancia reducida.

En tanto la Intendencia a través de su comisionado A. Belgrano se permitía recordar las ordenanzas reglamentando los bailes públicos y el juego de carnaval. Quedaba terminantemente prohibido arrojar cualquier clase de objetos que pudieran ocasionar lesiones a las personas o deteriorar sus ropas, como huevos, frutas, legumbres. Asimismo no se podía jugar con agua en las calles de recorrida de los corsos, a excepción del juego con pomos.

Las personas para poder disfrazarse tenían que solicitar el permiso correspondiente en la Intendencia pagando para ello dos pesos moneda nacional, quedando exentos de ello las comparsas y sociedades organizadas. Los empresarios que realizaban bailes solo podían anunciarlos mediante bombas y cohetes hasta las once y media de la noche, no permitiéndose que estos se extendieran más de las 4 de la mañana, y de los que no podían participar menores de 17 años de edad.

Momo se hacía presente solamente durante cuatro días. Hasta el fin de ceniza, fin del reinado.

Y el día esperado llegó el domingo 15 de febrero de 1901.

Varias bombas incendiarias y de estruendo anunciaban su inicio. La Banda de Música instalada en el kiosco de la plaza ejecutaba vistosísimas piezas de su repertorio. Visitaron el corso de la plaza, las comparsas » Los Hijos del Oriente», «Los Jóvenes Alegres»; «Los Terribles» y “Juan Moreyra y sus amigos”, entre otras. Lujosos carruajes, convenientemente adornados conducían a bellas niñas que ofrecían a su paso reñidas batallas de serpentinas, flores y lluvias de oro.

Los balcones del Club Unión y los de la Sociedad Cosmopolita lucían rebosantes. Toda la sociedad dolorense participaba de los festejos organizados por la comisión denominado “Corsos Plaza Castelli”. En cambio la festividad por la calle Buenos Aires no reunía el marco de brillo y esplendor deseado. Poco público y escasa animación, con la sola presencia de 2 comparsas.

«Metafísico, loco y enloquecedor duque de la broma y marques del chiste». De esta manera lo reflejaba a Rey Momo el diario «La Tarde» en sus crónicas, que me he permitido consultar como material para desarrollar esta nota.

El conocido floricultor Alejandro Aurelio había presentado en la oportunidad un gran caracol, hecho de papel rizado, a varios colores, logrando la admiración y el asombro a su paso.

El Centro musical “Orfeón Dolorense”, bajo la batuta del maestro Strambarrios se destacaba con una artística marcha en homenaje a Momo.

Finalizado los corsos populares se continuaba danzando en los salones del Italia, amplio local así denominado y ubicado en las céntricas calles Rico y Belgrano.

Para la última noche se esperada la “Comparsa Las Viudas”, temibles zancudas que como fantasmas atemorizaban con sus hopalandas (traje amplio) griegas.

Fuente de información: Biblioteca Club Social. Diario «La Tarde».

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