Por el Dr. Héctor Ulises Napolitano
En el mundo actual donde predomina la informática, es esencial estar informado para conocer y saber y estar prevenido y precavido frente a eventualidades y futuras circunstancias y situaciones que pueden suceder.
Recuerdo a un periodista que en un noticiero televisivo decía por motus propio o repitiendo alguna frase de otro “no estar informado es vivir en un mundo a obscura”.
Totalmente de acuerdo, pero seleccionando la información seria y de buena fuente, para obviar la sensacionalista y falsa y adquirir real y veraz conocimiento de las cosas, buscando en tal sentido los medios de información fidedignos o que al menos informen sin subjetividad ideológica y tendenciosa. El conocimiento hoy pasa por la información de lo que diariamente sucede en el mundo y en cualquier actividad que nos interese saber, además que la cibernética permite un acceso inmediato a informarse sobre cualquier curiosidad e inquietud que tenemos.
Hoy la información sirve para saber qué derechos tenemos, cosa fundamental en un mundo que tiende a la progresividad jurídica, es decir a la ampliación e incorporación de nuevos derechos y modos de ejercerlos.
Así como es bueno y hasta esencial estar informados, es malo estar sobreinformados, lo que es igual a decir sobrecargados de información, en la mayoría de los casos innecesaria e incluso perniciosa para nuestra salud mental y psíquica. Nuestra mente, en estos casos, es como un cesto rebalsado de basura, que se satura inútilmente de cosas que no sirven. La diferencia es que a la basura del cesto se la tira, mientras que la de la sobreinformación queda en nuestro cerebro produciendo confusión y en varios casos alterando nuestros nervios, por ser nociva a nuestras expectativas y perturbadora de nuestro ánimo.
La avidez por saberlo todo es buena teniendo como medida lo necesario y el tiempo para pensar en nosotros mismos, porque nuestra vida en términos de salud y placer vale más que estar muy informados.
Las personas inteligentes saben discriminar entre uno y otro tiempo, conformándose muchas veces en rescatar diariamente poca información nueva y válida, sin forzarse en saturar su cerebro.
Informarse también incluye conocer a otras personas y mantener contactos con ellas, personalmente, a través de las redes sociales y el teléfono celular.
Dicha información es saber de qué persona se trata, conocerla y mantener contactos con ella por razones de amistad o de intereses comunes o recíprocos.
El medio que hoy más se usa e influye en quienes se sobreinforman es, sin duda, el teléfono celular, que permite no solo obtener una información vía internet, sino también hablar con otras personas, saber cómo están y que les sucede a nuestros conocidos y amigos, etc.
Es habitual ver a la mayoría de las personas hablar a cada instante por el teléfono celular y buscar algún dato y noticia que quieren enterarse, estando por ello relegada la información por medios escritos que antes primaban, aunque no por vía televisiva que sigue manteniendo vigencia, en un mundo donde predomina lo audiovisual.
El quid de la cuestión no es estar muy informado, sino estar bien informado.
He advertido que las personas que se sobrecargan de información se muestran generalmente de mal humor e irritados, porque al estar ávidas de informarse toman muy a pecho tanto las malas noticias como las falsas noticias que se difunden con aviesos intereses de pretender alarmar e infundir miedos o provocar descontento y bronca colectiva.
Un ejemplo de ello durante la pandemia fue la incitación a estar contra las vacunas y a no vacunarse.
A veces el exceso de información como prevención puede producir efectos inversos tal como cuando informa el periodismo sobre nuevos modos de cometer delitos, que alertan a la población, pero también les sirve a los delincuentes como información para saber cómo son y adoptarlos.
En conclusión, la sobreinformación como todo exceso es malo, y mucho más cuando puede afectar a nuestra salud y estado de ánimo.
“El problema por lo general de los que se sobrecargan de información es que se amargan ante una realidad que no pueden cambiarla”.