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Refranero Popular Dolorense

Federico Sabalette
Federico Sabalette
7 Minutos de lectura

La proliferación de variados personajes que en todo tiempo dio nuestra ciudad, hizo que de éstos surgieran innumerables dichos y refranes que han quedado en el folklore local. Los hay de distinta índole, teniendo siempre como epicentro a una persona, ya sea a través de su presencia festiva o por algún episodio que lo tuvo como principal protagonista.

No podemos citar la fuente de información. Pertenecen a la sabiduría popular. Están en boca de todos.

Estos son algunos de los muchos que han quedado en el decir popular:

«Mientras el pueblo duerme, Mazzaferri trabaja…»

En las esquinas que conforman las calles Bartolomé Mitre y Avellaneda, supo existir hace muchísimos años un inquilinato o conventillo, donde en una de sus piezas funcionaba una sastrería que atendía un diminuto personaje de apellido Mazzaferri. La particularidad del citado comercio era que funcionaba en horas en que la gente se encontraba dedicada al sueño.

 

«Vendo descarte en plena temporada…»

Esta frase acuñada por Pedro Chaar, conocido como «Angelito de Dios», vendedor ambulante de descendencia sirio libanesa que vivía en calle Mitre, se hizo muy popular al vocear la mercadería por nuestras calles.

 

– «Revuelva, revuelva que es pimienta…»

Cuentan que el propietario de una conocida fonda de calle Buenos Aires en circunstancias en que servía a un parroquiano circunstancial, tuvo un percance al caérsele las cenizas de su cigarro de hoja en la comida solicitada.

Al incriminarle el cliente lo narrado, el popular «Coteco» soltó esa frase que muchos luego adoptarían.

 

«A la larga o a la corta, todos vamos a lo Rivolta».

Primero en calle Machado Nº 125 y posteriormente en Olavarría al 700, funcionaba una marmolería denominada «La Vencedora», dedicada a la venta en el arte funerario. Al frente del mismo se encontraba don Ubaldo Rivolta, quién por esos años era la única persona que se dedicaba a tan lúgubre tarea, y que fue merecedor del refrán mencionado.

 

«Y pa’ lo grande que es Sevigné…»

Cuenta el anecdotario popular que un prominente político estaba «noviando» con una señorita del paraje mencionado. Los amigos al citarle su dudosa moralidad y mencionarle que la damisela en cuestión habría salido con todos, recibieron como respuesta lo apuntado.

 

«Mas fácil que robarle los caramelos a Tito …»

-Recuerda la figura de Anastasio Papageorgiu, un griego que poseía un comercio de venta de golosinas en Alvear y Ameghino, y que solía realizar su venta callejera en un triciclo con canasto, efectuando paradas en el cine Gloria o en la puerta de distintos colegios, a quien los chicos mientras lo distraían le sustraían golosinas.

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«Después te mando aquello…»

La frase pertenecía a un empleado de una conocida tienda local, muy poco afecto a pagar sus deudas, y quien al sentirse acosado por cobradores solía tener esa sutil salida para superar la situación.

 

«Que rico nene…!!! «

Esta muletilla estuvo muy en boga durante la década del 70/80 en labios de una señorita, – muy coqueta ella -, que trabajaba en una farmacia céntrica. Al ver alguna especie masculina de su agrado, soltaba ese mensaje elocuente.

 

“Ahora llorás…»

SE dice que en cierta ocasión don Antonio no podía hacer arrancar un Ford T «a bigote», como se lo llamaba. Que dale, que dale a la manija, no lograba su cometido. Entonces se impacientó y comenzó a los tiros. El resultado fue que el radiador comenzó a derramar su agua, dando letra para a la afirmación que perduraría en el tiempo.

 

«Teneme el nene…»

En la populosa zona sur de la ciudad se realizaban unos bailes populares, que concitaban la atención de vecinos y familias enteras que disfrutaban del baile.

Al invitarlas a danzar » una pieza», las mujeres popularizaron sin querer ese dicho.

El bailongo estaba enclavado en las calles Pilotto y Salta.

 

«Dale un caramelo al nene, querido…»

Don Salomón poseía su tienda de variados ramos en plena calle Buenos Aires. La compra familiar era realizada por toda la “prole «, que concurría en pleno.

Al ingresar al mismo, el solícito dueño lanzaba su muletilla vendedora.

 

«Que pase el que sigue…»

En una conocida casa de visitas sexuales del Barrio Norte estaban esperando pacientemente «su turno» los parroquianos, que habitualmente cubrían la antesala dispuestos a disfrutar de un agradable momento esperando que la dueña – enérgica y vehemente -, les dijera que les había llegado el turno.

 

«Si el doctor dice que está muerto, está muerto…»

Hace unas décadas (en el siglo XX) nuestra ciudad se había visto vio sacudida por un accidente entre un colectivo y la formación del tren que iba rumbo a Plaza Constitución. Como resultado había varias víctimas fatales, y en momento en que se encontraban en la triste tarea de reconocimiento de los cuerpos un médico junto con un agente policial. Fue en tales circunstancias que cuando la autoridad notó que una de las víctimas aún se encontraba con vida, el policía no dudó en afirmar lo que había sentenciado el galeno.

 

«Bájeme dos…»

Como emulando a Gerardo Sofovich un agente policial de camineros interceptaba a todo cuanto camión pasaba por la ruta, y ordenaba el consabido “Bájeme dos”. Un día al parar a uno de ellos y el chofer hacerle saber que transportaba féretros, el agente policial continuó con su decir. Ya molesto el transportista, al ver que el pedigüeño no entendía, le dijo: » Llevo cajones para muertos «. El pedigüeño hizo la venia y cayó el telón.

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