El flamante arzobispo de Buenos Aires, Jorge Ignacio García Cuerva, asumió ayer durante una ceremonia frente a la Catedral metropolitana a la que asistió el presidente Alberto Fernández y pidió no profundizar “la grieta”, a la que calificó como una “herida que sangra en las entrañas del pueblo”.
García Cuerva, que fue nombrado el 26 de mayo pasado por el papa Francisco, también reclamó “dejar de lado los personalismos, generando consensos y buscando acuerdos”.
“No fomentemos la profundización de la grieta, a la que prefiero llamar herida porque duele y sangra en las entrañas del pueblo”, sostuvo García Cuerva.
No hubo referencias puntuales de García Cuerva a dirigentes, pero insistió una y otra vez en la importancia de tender puentes y dejar de lado las diferencias. En su discurso, sostuvo que el país no puede darse “el lujo de seguir alimentando la fragmentación en lugar de la esperanza”.
En la homilía, García Cuerva también apuntó contra lo que definió como “la parálisis de la intolerancia y la descalificación”.
“No tengamos miedo de unir nuestras manos. Levantemos el techo del no se puede, del siempre se hizo así. Levantemos el techo de la indiferencia y la resignación. Levantemos el techo de la descalificación del otro, el techo que no nos permite soñar”, agregó.
Después de haber sido designado, tanto Massa como su esposa, Malena Galmarini, celebraron el nombramiento a través de twitter. Lo habían tratado cuando era sacerdote de la diócesis de San Isidro y se desempeñaba en zonas populosas del partido de Tigre.
García Cuerva aclaró luego que la relación con los Massa era un vinculo propio de su labor religiosa y social en villas y barrios populares como también la tenía con las entonces ministra de Desarrollo Social del gobierno de Mauricio Macri, Carolina Stanley, y gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal.
En otro pasaje de su discurso, García Cuerva llamó a prestarle atención a las “personas, familias, amigos que están sufriendo; que se sienten lastimadas en su esperanza: las familias que siguen llorando a los más de 16.000 fallecidos por Covid en la Ciudad; los ancianos abandonados o dejados de lado; quienes sufren adicciones, violencia en todas sus formas, angustia y pánico; quienes viven en situación de calle o en viviendas precarias, o tantos y tantas que, desvelados, hacen malabares buscando llegar a fin de mes”.
Se refirió también a aquellos que “ya no tienen ganas de seguir; paralizados en sus sueños, golpeados por una realidad económica y social que duele y que congela el alma”, y pidió “no mirar para otro lado”.
“Frente a una realidad tan compleja, donde la impotencia parece tener la última palabra y el ‘sálvese quien pueda’ puede volverse un canto de sirenas, el evangelio nos regala un canto aún más esperanzador: nadie puede cargar solo al paralítico, nadie tiene sólo las respuestas; es necesario, aprender a encontrarnos y reconocer que somos una comunidad”, expresó García Cuerva.
García nació en Río Gallegos el 12 de abril de 1968, paso su adolescencia en Buenos Aires, fue ordenado sacerdote en 1997 en la diócesis de San Isidro, desempeñándose en barrios populosos de la zona norte del conurbano, llegando a ser párroco de la iglesia de la villa La Cava En 2017 fue nombrado obispo auxiliar de Lomas de Zamora y en 2019 obispo de Río Gallegos, cargo que estaba ocupando en la actualidad.
Es licenciado en Teología con especialidad en Historia (2003), abogado (2009) y licenciado en Derecho Canónico (2016); y recordemos que tiene vínculos familiares con Dolores. (DIB)