Por el Dr. Héctor Ulises Napolitano
Cumplidos 40 años desde el retorno a la democracia, ello da pie a una evaluación de lo que ha ocurrido hasta ahora.
Lógicamente voy a expresar mi opinión que puede concordar o discordar con la de los lectores, pues nadie es el dueño de la verdad.
Los puntos, a mi entender, a analizar son: institucionalidad, políticas gubernamentales, clase dirigente en general, situación socio-económica.
En lo institucional se defendió y conservó la democracia, y a pesar de ciertas crisis como las del 2001 se salió airoso, acatándose para estos casos el orden y el procedimiento constitucional que prevee en situaciones de acefalía. En cuanto a lo electoral las elecciones se han celebrado sin fraudes y de manera leal y transparente.
En la sociedad argentina se ha consolidado el sentimiento de preservar el sistema democrático y el lema de “nunca más” a los golpes de Estado y como condena al terrorismo de Estado.
Respecto a las políticas gubernamentales se hallan las mayores deficiencias por la falta de políticas de Estado a raíz de una ausencia de consensos que ha ocasionado una permanente inestabilidad de proyectos y medidas dispares como opuestas, causado más por antagonismos ideológicos que por requerimientos de cambios prácticos y necesarios demandados por la sociedad. Si debo calificar a las políticas gubernamentales, salvo transitorias excepciones, de estos 40 años de democracia, son de erráticas, basadas en la improvisación y en las urgencias coyunturales, sin planificación ninguna de mediano y largo plazo.
La clase política en general no ha estado ni está a la altura de las circunstancias por hallarse divorciada de la realidad y circunscripta solamente a una lucha por el poder en sí mismo, además de estar públicamente desacreditada por actos de corrupción y la impunidad que goza, amén de privilegios y prebendas que la ubica por encima del común de la gente con necesidades básicas insatisfechas y en varios casos en situación de pobreza e indigencia.
La frase “no supimos, no quisimos, no pudimos” dicha por el ex presidente Raúl Alfonsín sigue en vigencia, agregándosele en ciertos gobernantes y funcionarios públicos su falta de idoneidad para el ejercicio de sus cargos, por carecer de la debida formación y preparación o al haber sido elegidos a dedo por amiguismo o compromisos asumidos.
También la dirigencia sindical, social, empresarial y hasta eclesiástica se halla cuestionada, y los magistrados judiciales con muy escasa credibilidad, por su dependencia al poder político de turno. Incluyendo a la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
En cuanto al aspecto socio-económico es el que más ha puesto en jaque la gobernabilidad en períodos de agudas crisis como la de 1989 y 2001, y el que mayor saldo negativo arroja desde el inicio de la democracia hasta la actualidad, especialmente por el alto endeudamiento externo heredado primero de la última dictadura militar y luego instalado nuevamente en 2018 durante la presidencia de Macri, siendo uno de los principales factores de la galopante inflación que hoy sufrimos.
Lejos de aquel augurio de que “con la democracia se come…”, los índices de pobreza e indigencia han crecido de manera alarmante, como también el trabajo informal y precarizado.
A continuación voy a calificar el voto dado por la ciudadanía en cada período electoral en que se eligió presidentes durante estos 40 años de democracia. Voto Esperanza: Fue el que dio la mayoría del pueblo a quien resultó electo presidente en el retorno a la democracia, por ver en el Dr. Alfonsín a un líder carismático que interpretaba mejor el momento en que se necesitaba institucionalidad, la defensa de los Derechos humanos y la condena a aquellos que durante la dictadura militar y el terrorismo de Estado los habían violado. Lamentablemente su gobierno en lo económico fue un fracaso, debiendo por ello renunciar seis meses antes al cumplimiento de su mandato. Voto Promesas: Así califico el voto a Menem, que no solo es elegido presidente por la crítica situación económica, sino por sus promesas de revolución productiva y salariazo que luego no cumpliera, traicionando al electorado que lo votó, e impulsando por el contrario la privatización de empresas estatales, la flexibilización laboral y las AFJP, además de contraer un altísimo endeudamiento externo. Voto Estabilidad: Menem es reelecto por su plan de convertibilidad que estabilizó la inflación, no obstante, el crecimiento de la desocupación y la pobreza. Voto Alternancia con Decepción: Denomino así al voto que eligió a De La Rúa como presidente, que terminó en un estallido social y con su renuncia en apenas dos años de gobierno. Voto Incertidumbre: Lo califico de esa manera al voto por el cual salió electo a presidente Néstor Kirchner, tras la renuncia a participar en el ballotage de parte de Menem que había salido primero en la primera vuelta. Incertidumbre porque se trataba de un gobernador de Santa Cruz desconocido para la opinión pública, que no obstante ello hizo a mi entender la mejor gestión en democracia en materia económica (pagó la deuda externa y logró superávit fiscal y comercial, entre otras cosas). Voto Continuidad: Porque lo sucede su esposa en los dos siguientes períodos presidenciales, siendo bueno el primero y regular el segundo. Voto Cambio: la mayoría decidió un cambio votándolo a Mauricio Macri, quien contrajo una exorbitante deuda externa, agravando la situación socio económica. Voto Retorno: tras el fracaso de Macri retorna el kirchnerismo a través de la fórmula Fernández-Fernández, llegándose a la situación actual de altísima inflación. Voto Incógnita: el que abre para el futuro la elección del nuevo presidente.