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Cambio Cultural

Federico Sabalette
Federico Sabalette
7 Minutos de lectura

Por el Dr. Héctor Ulises Napolitano

 

La palabra cambio es, como todos sabemos, una mutación o modificación de una situación a otra nueva y diferente. En lo que respecta a lo cultural se refiere a ideas, creencias, hábitos, costumbres, comportamientos.

Un cambio cultural para ser considerado y tenido por tal, debe resultar de una evolución en la toma de conciencia y modo de pensar en una franja mayoritaria de la sociedad, pues sin dicha aprobación pasa a ser sólo una expresión de deseos de quienes lo procuran promover y fomentar.

La decisión puede surgir de la clase dirigente o gobernante, pero debe hacerse eco en la sociedad o en los sectores de ella que se busca imbuir y concientizar de los beneficios de dicho cambio cultural.

Toda sociedad a través de los tiempos y cambios de épocas los ha tenido y los sigue teniendo, a veces en unas con más rapidez que en otras, variando según el nivel de apertura o no que tengan por su idiosincrasia. Siendo menos susceptibles a dichos cambios las sociedades muy tradicionalistas y conservadoras o atrasadas y conformistas a vivir en igual situación.

Siempre ha primado la resistencia al cambio por cuestiones de intereses o de escepticismo ante la duda frente a lo distinto y novedoso.

De allí que todas las revoluciones fueron precedidas de un proceso de concientización, y se lograron concretar al llegar a un punto de inflexión donde la mayoría debió forzosamente optar y adherir a ella por no tener otra alternativa.

La historia argentina ha tenido hitos que han marcado cambios culturales en la conciencia e ideas de su sociedad, por ejemplo, la organización nacional a partir de 1853, la ley Sáenz Peña, la educación laica, el voto femenino, la condena a los golpes y al terrorismo de Estado desde la restauración de la democracia, entre otros.

El pueblo argentino en el sector social que sufrió la exclusión por pobreza y desocupación en la crisis del 2001 inició un cambio cultural dando lugar a las organizaciones sociales en solidaridad y defensa de sus derechos a la alimentación, el trabajo y la vivienda.

El actual gobierno habla de la necesidad de un cambio cultural, que en el caso sería de ideas en el modo de vida.

Conceptualmente estoy de acuerdo con que un cambio cultural en este país es importante, pero no con la concepción y orientación ideológica que pretende hacerlo el gobierno, pues procura inculcar con él el individualismo del sálvese quien pueda y el egoísmo de que cada uno se las arregle como sea sin reparar en los demás.

Tampoco como lo manifiesta de manera agresiva y repulsiva de odiar al estado y a la política, porque ello va en contra del sistema republicano y democrático, y en consecuencia de nuestra Constitución.

Es cierto que un país sale económica y socialmente inculcando la cultura del trabajo, pero dando las condiciones y oportunidades para que tal inclinación y actitud pueda llevarse a la práctica, porque con políticas que aumentan la pobreza y la desocupación no es congruente exigirla ni siquiera moralmente enunciarla, pues al no crearse puestos de trabajo no puede culparse a los desocupados de no poner el afán y el esfuerzo en conseguirlos.

La realidad demuestra que quienes no tienen empleo o lo han perdido sin poder luego acceder a otro no es por holgazanes o por desidia o por conformarse sólo con un plan social dado como limosna por el Estado.

Quienes piensan que todos se las pueden arreglar solos y por sus propios medios se equivocan, pues un número no menor de jóvenes que han estudiado y se capacitaron no consiguen ocupación, razón por la cual varios emigran a otros países en busca de mejor suerte.

Ir en contra del Estado, además de instigar a la anarquía social, es negar la nación, porque al Estado se lo define precisamente como la nación jurídicamente organizada.

El pretendido cambio cultural que propone el actual presidente es absolutamente negacionista del sentido de comunidad y sociedad que han adoptado los países civilizados del mundo.

Si, en lo que estoy de acuerdo con un cambio cultural es el de afirmar el sentido colectivo y de pertenencia, que ciertos sectores de la sociedad argentina no demuestran tenerlo.

Tal carencia se manifiesta en la alta esfera de esta sociedad, especialmente en el gran empresariado y en quienes manejan y operan en el mercado financiero.

Cuando mayor es la capacidad y los intereses económicos menor es la inclinación hacia un sentido colectivo, y de pertenencia, porque el egoísmo por ganar dinero prima al espíritu y esfuerzo en colaborar con la recuperación de una economía nacional en crisis que afecta a la mayoría del pueblo argentino. De allí que los analistas que nos ven desde afuera afirmen con total razón que en la Argentina falta una burguesía con sentido nacional.

Biden le dijo a los empresarios de Estados Unidos, “si quieren obreros páguenle buenos salarios”. Milei le dijo a los empresarios argentinos “son héroes los que fugan al exterior divisas”. Hagan la comparación y saquen las conclusiones.

Yo quiero un cambio cultural al revés. De compromiso y responsabilidad para los privilegiados por casi todos los gobiernos, y no del arréglense como puedan para los que siempre se les exigió sacrificio y esfuerzo sin habérseles cumplido nada de lo que a cambio les prometen.

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