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Volvemos a lo importado

Federico Sabalette
Federico Sabalette
7 Minutos de lectura

Por el Dr. Héctor Ulises Napolitano

 

Bien dice un proverbio que “la historia se repite”, y en este país casi siempre para mal, pues se vuelven a cometer graves errores en que se incurrieron en el pasado.

A pesar de que hay otro que nos advierte “no chocar con la misma piedra”, con la que antes tropezamos y nos caímos, parece olvidarlo y no tenerlo presente los gobiernos, como el actual, que insisten en abrir las importaciones para permitir la entrada de productos y artículos de consumo masivos, que produce este país en buena cantidad, para competir con los altos precios con que se venden en el mercado interno, a fin de forzar una baja en los mismos. Este gobierno que además de haber manifestado ser enemigo del compre argentino y de la sustitución de importaciones, demuestra con tal apertura que en nada le interesa la industria nacional.

“Es un empujoncito para que bajen los precios”, dijo el Ministro de Economía, Luis Caputo, al anunciar la apertura de importaciones para alimentos y algunos otros productos de la canasta básica, incluyendo también medicamentos.

Justificó tal medida diciendo textualmente: “Sacamos precios justos, ley de abastecimiento, ley de góndolas y ¿resulta que la gente va al súper y las cosas están 50% más que en Estados Unidos?. No puede ser, necesitamos responsabilidad empresaria también.

Dicha manifestación lleva en primer lugar a lo que vulgarmente se dice “darse la piedra contra los dientes”, que en el caso es creer que absolutamente algo es como se lo piensa, cuando en verdad la realidad lo contradice totalmente.

El liberalismo económico siempre ha afirmado que es negativo todo control o regulación de los precios, cosa que en este país es cierto que no ha dado resultado, sosteniendo las bondades de la libertad para su fijación a través de la ley de la oferta y la demanda, pues crea competencia.

Lo que olvidan, y se están dando cuenta al menos con la crítica del ministro pero sin dar el brazo a torcer, que en un mercado como el argentino, donde priman los monopolios y oligopolios como formadores de precios no existe posibilidad de competencia alguna, y que la libertad de precios les permite fijarlos a su arbitrio y antojo, lo que en la fábula es confiar del zorro y dejar de vigilarlo, cuando indudablemente es sabido que por sus aviesas mañas entrará al gallinero a comerse los pollitos.

Además, atenerse en la responsabilidad de los grandes empresarios argentinos frente al momento de crisis que la mayoría de la población está viviendo, es como pedirle peras al olmo, ya que nunca demostraron sensibilidad y empatía, como tampoco compromiso en poner el hombro y una cuota de su esfuerzo, sino el de especular y aprovechar las oportunidades para ganar más.

Siempre han tenido un pretexto a modo de justificación para subir los precios, el alza del dólar, el costo laboral o de los insumos importados, las expectativas futuras en materia inflacionaria y el por las dudas en varios casos. También el aumento de combustible, impuestos y tarifas pudiendo amortiguarlos aumentando precios, cosa que no puede hacer el asalariado y el jubilado que percibe un ingreso fijo, y que con tales incrementos, hoy por demás frecuentes y reiterados, se ve afectado en su capacidad de pago y de consumo.

El “empujoncito para que bajen los precios internos” que el gobierno pretende lograr con la apertura de las importaciones de productos de la canasta básica, va a ser “el gran empujón que faltaba como golpe final para que cierren muchas empresas nacionales, especialmente pymes, con el consiguiente aumento de la desocupación, cuyo índice ya es alarmante.

Esta situación con sus nefastas consecuencias ya las vivimos en gobiernos neoliberales, tanto militares como civiles.

Es para resaltar que un gobierno ultra liberal ortodoxo en lo económico, como el actual, acuse a los formadores de precios de ser responsables de sus excesivos aumentos cuando sus ideas se basan en que es el mercado mediante el libre juego de la oferta y la demanda el que resuelve los desequilibrios que pueden producirse con respecto a cualquiera de las variables, lo que constituye a partir de un cambio de percepción una profunda contradicción con los postulados doctrinarios a los que adhiere de manera dogmática y exclusivista.

Igual cuando Milei admira a países que aplican fuertes aranceles a las importaciones y a personajes políticos como Donald Trump que es partidario del proteccionismo en la economía estadounidense.

La película de la apertura de las importaciones ya la vimos durante la última dictadura militar en la gestión de Martínez de Hoz y en la presidencia de Menem; en ambos casos con consecuencias destructivas para la industria nacional, con cierre de fábricas en cadena, despidos masivos y aumento de la desocupación y la pobreza a niveles elevadísimos.

La apertura de las importaciones no es para nada competitiva, a la inversión productiva no incentiva sino a la fuga de divisas, y lejos de reactivar la economía agrava su actual situación recesiva, porque la actividad industrial nacional se paraliza o en algunos casos la reduce a su operatividad mínima.

No olvidemos la época donde se importaban productos de China, Corea, Taiwán, sin que pudieran a la inflación frenar, pues no incentivan la competitividad y a la estabilidad, sino por el contrario deja en ruinas a nuestra economía.

¿Si tenemos esos dos malos ejemplos para qué volver a repetirlos?. Lo que demuestra la falta de proyectos y de imaginación del gobierno, que hasta ahora conduce un barco con destino incierto y que va a la deriva.

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