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Alfredo Barragán: “Atlantis no fue magia, la información existía en la meteorología y la oceanografía, acerté con mis cálculos”

Federico Sabalette
Federico Sabalette
13 Minutos de lectura

Siempre es un placer charlar con Alfredo Barragán, ya que de antemano se sabe que sus palabras, sus conceptos, están siempre acompañados por una filosofía de vida que ayuda a pensar, que cuando hay decisión sobre un objetivo claro los peros tendrán una forma de abordarse y superarlos. El ejemplo mayor de Barragán fue “Atlantis”, de cuya Travesía se cumplen 40 años, razón por la cual lo entrevistamos.

Le decíamos al dolorense que todos conocemos la historia de “Atlantis”, que nos sentimos parte de ella, que mucho hemos hablado y escrito sobre la Travesía y quienes la realizaron (él, Jorge Iriberri, Horacio Giaccaglia, Félix Arrieta, Daniel Sánchez Magariños), pero que a la gente le interesa conocer cuándo y cómo había nacido esa idea de atravesar el Atlántico en balsa. Y Barragán refería: “es un proceso, porque fui incorporando información durante toda mi vida. Siempre me atrajo la historia de la exploración, la historia en general, los viajeros de la historia, y fue natural que mis primeras lecturas estuvieran vinculadas con esto. Empecé a leer muy chico, antes de ir a la Escuela leía y escribía, y antes de ir a la Escuela mi padre puso en mis manos el Libro “Kon-tiki”, de aquella balsa que el 1947 cruzó el Pacífico, demostrando que las culturas americanas pudieron haber llegado a la Polinesia en la antigüedad. El responsable fue Thor Heyerdahl, con el dato de que las balsas eran capaces de cruzar el mar. No sé si era tan cierto, es lo que yo creía”.

  • ¿Creció dando forma a esa idea?

Más tarde, con veintipico de años de edad, en una lectura casual, me entero que en México existían unas esculturas que representaban a hombres de raza negra; esculturas de la cultura olmeca, primera cultura centroamericana. Y la pregunta nació, ¿cómo aparecen estas esculturas que representan a hombres de raza negra -todos coinciden son negroides africanos- si la raza negra es exclusiva de África. Y más tarde, cuando yo tenía 30 años, aparece otra lectura casual. Encuentro en la historia de la navegación que en África también existía una balsa parecida a la balsa americana, a la australiana, me pareció sumamente llamativo que esas balsas hubieran tenido características similares en tres continentes diferentes. Esto no podía ser casual, no podía ser una evolución natural, independiente, indicaba una vinculación cultural, una posición que es la de Thor Heyerdahl, que afirmaba que los mares en la antigüedad no eran barreras sino vías de comunicación. Y encontré publicaciones que mostraban grabados en arcilla la antigua balsa africana, y me llamó la atención el parecido que tenían con la “Kon-Tiki”, no tenían timón, navegaban con corriente de mareas ascendientes y descendientes respecto a la costa, tenían mástil de dos palos en forma de un ave, corte invertida, una percha de bambú, una vela muy parecida al aparejo que 1500 años más atrás, hace 5000 años, usaban los barcos egipcios a la vuelta también en África. Cuando tengo los dos datos, negros en América y balsas en África, la pregunta fue ¿en qué medio pudieron venir o no?.

 

  • ¿Qué le permitió ahondar en la posibilidad de que africanos habían llegado a América?

Información sobre Oceanografía, sobre el Meteorología. Encontré en el Atlántico un sistema de corrientes y vientos favorable a una eventual migración desde África hacia América. Cuando vi las tres cosas tuve en la cabeza una foto: a la derecha balsas, entre medio corrientes y vientos hacia América, permanentes todo el año, eternamente. La cultura olmeca tuvo su esplendor hace 35 siglos, los grabados de la raza africana datan de 1500 años antes de Cristo, o sea, 3.500 años hasta nosotros. Cuando vi las tres cosas dije “esto fue así”, y me dominó la idea.

 

  • ¿La desarrolló, ante quienes la expuso?

Lo hice primero en un café con amigos, en una peña, después en un encuentro de nautas en Buenos Aires. Después fui a México, al Museo de Antropología a exponer la idea, no me animo a decir teoría. Me recibieron con escepticismo, eran 8 o 10 personas del directorio y de los asesores del Museo. Cuando expuse la respuesta fue que la balsa no podía cruzar el océano, la madera chuparía agua y se hundiría, las cuerdas vegetales se podrirían, la balsa se desarmaría en el medio del mar, la convivencia (“se van a matar entre ustedes” dijeron), los tiburones. Yo no podía creer que me respondieran con eso, me decían “no porque no”, no era cierto lo que argumentaban. En un momento ya discutían entre ellos y yo dejé de hablar, los miré discutiendo y dije “no hablo más, estoy perdiendo el tiempo”, saludé, agradecí, y me volví.

 

  • ¿Con qué idea?

Reuní al grupo en Mar del Plata y les dije “estoy más decidido que nunca, tengo que hacer una balsa, demostrar que esta balsa va a cruzar y me van a tener que creer, va a ser un hecho concreto. Van a tener que decir amén”. Y “Atlantis” cobró un sentido que no tenía, porque antes era una inquietud capaz que deportiva de cruzar el mar en una condición tan particular, tan romántica, tan exótica. Me seducía la idea de estar a bordo de esa balsa, y ahora tenía otro motivo y otra responsabilidad. Y comenzó entonces un proceso de cuatro años, elaborando el proyecto minuciosamente.

 

  • ¿Tuvo que convencer a sus compañeros o asumieron inmediatamente la propuesta?

Inmediatamente. Yo estaba muy convencido y con argumentos. Empezamos a darle forma, fueron cuatro años, los dos primeros yo con un pie en el Estudio Jurídico (Barragán) y otro en la balsa, repartía mi tiempo entre ambas cosas. Dos años así y me di cuenta que no llegaba, que mi capacidad no era suficiente, si yo trabajaba a media máquina en el proyecto. Hablé con el “Chango” Ibarra, mi primo hermano y socio, y físicamente me fui del Estudio, trabajé en el proyecto dos años. Full time, por supuesto me endeudé.

 

  • ¿Cómo nació el nombre Atlantis?

Inesperadamente tomó estado público el Proyecto, tomé conciencia que la gente le prestaba una atención tremenda y que tenía que ser muy cuidadoso en la comunicación.

Acordamos tácitamente en el grupo de que yo era el vocero, para unificar la expresión. Me di cuenta que la Expedición tenía que tener un nombre apropiado, que no la podía llamar mi sueño. Fue todo un proceso encontrar el nombre, recorrí diccionarios españoles de la A a la Z buscando palabras, saqué 100, me quedé con 50, con 30, con 20 y con 10, que tuvieran algún sentido con la historia. Y recurrí a la Profesora Teresita Goity, me daba vueltas el nombre de “Atlantis” pero tenía que saber si realmente correspondía. Charlamos mucho del origen de la palabra Atlantis, de su origen histórico, mitológico, comprendí que tenía que ver con travesías difíciles y me quedé con “Atlantis”, llamé al grupo y les dije “tiene nombre, se llama Atlantis”, estaba convencido y he seguido conforme con el nombre el nombre elegido en cada instante de mi vida.

 

  • ¿Atlantis sería un desafío al mar?

No estábamos desafiando al mar, eso sería ineficiente, ineficaz, sería imposible vencerlo, al contrario, yo quería hacerme amigo del mar, no desafiarlo, quería conocerlo. Lo que sí me di cuenta, era que estábamos desafiando al escepticismo general. “No va a andar, están locos, algún curro tienen”, decían, todo menos pensar que teníamos la más sana de las intenciones deportivas y con una pequeña inquietud histórica. Por eso, con más razón, había que tener cuidado en la comunicación, a quién había que convencer era a la gente, no al mar.

 

  • ¿Cómo vivieron el cruce?

La sensación que tuvimos de entrada en el mar era que estábamos acertados, la balsa funcionaba, o sea flotaba, el mar la llevaba en la dirección y la velocidad que habíamos estimado. No éramos aventureros, tuvimos inconvenientes, pero los superamos. Yo soy la antítesis de la improvisación. Cuando faltaba una semana más o menos para llegar a Venezuela se nubló mucho, dejamos de tener estrellas a la vista y no podíamos hacer cálculos, no podíamos confirmar si íbamos bien, no podíamos confirmar el rumbo. Y cuando hacía 45 días que no veíamos a nadie, apareció un barco pesquero y nos preguntan si éramos la balsa que había salido de África, confirmamos con ellos que estábamos a 10 millas de las islas. Y a partir de ahí fue confirmar por radio a Venezuela que estábamos en tal posición, que estábamos llegando con la balsa, que íbamos a recorrer la costa norte de Venezuela como había dicho el loco Barragán tres años antes. Y bajé la vela a 70 metros de la boca del puerto que era mi destino. No fue magia, no existía ningún genio dando vuelta, la información existía y creí en la meteorología de la náutica, en la oceanografía, y realicé mis cálculos y felizmente acerté.

 

  • ¿Cómo fue esa llegada a puerto?

Había una muchedumbre en el puerto, los barcos abanderados todos dándole la bienvenida a la balsa, tirando chorros de agua como salutación, una alegría inconmensurable.

 

  • Siempre dice que esa fue la culminación de la Travesía, pero que Atlantis sigue navegando, ¿por qué lo piensa así?

Algo de lo cual no terminamos de acostumbrarnos. Recurrentemente nos invade una sensación de sorpresa, de asombro, y que no es normal con una Expedición. Han pasado 40 años y no hay un día de mi vida en que no atienda a un medio de prensa o no reciba a alguien que pasa por Dolores para hablar o conocer más de Atlantis. No es normal, pero es así, Atlantis se metió en la gente. Le han puesto el nombre a una Ferretería, caminado por la Plaza Mayor en Madrid veo la imagen de Atlantis tatuada en un brazo, o en Italia el logo tatuado. La gente se expresa con poesías, con canciones, esculturas maquetas, Atlantis es parte de todos. Lo podrán ver en la muestra de este fin de semana en la Municipalidad.

 

  • Siempre habla de la belleza de Atlantis y del orgullo que la Expedición fue argentina. ¿Por qué?

La íbamos a hacer y la hicimos cinco argentinos, era inevitable sentirse orgulloso como argentino, tener la esperanza que gustara en Argentina y que le sirviera a la Argentina, que la palabra patria estuviera volando junto a Atlantis, lo que hacíamos tenía que ser un logro argentino impecable.

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