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Egocentrismo

Federico Sabalette
Federico Sabalette
6 Minutos de lectura

Por el Dr. Héctor Ulises Napolitano

 

Ego significa yo y centrismo ubicarse en el centro de la atención como protagonista o actor principal dentro de un grupo, institución o sociedad, siempre con el deseo de sobresalir con relación a los demás, buscando para ello que su presencia se destaque y resulte notoria con el fin de lograr una trascendencia aun cuando sea transitoria en ciertos casos.

El diccionario lo define de la siguiente manera, “exagerada exaltación de la propia personalidad, hasta considerarla como centro de la atención y actividad generales”.

El egocentrismo se traduce en el pensamiento “yo y mi principal protagonismo siempre en todo y frente a todos”.

El egocentrista procura permanentemente ocupar el centro de la escena, por deseos de poder, de sobresalir o buscar destacarse con intenciones de lucimiento.

Se caracteriza por su egoísmo e individualismo y en actividades institucionales por su personalismo y por pretender tener y ejercer un liderazgo hegemónico.

Es una manifestación de la egolatría por el excesivo amor por sí mismo, que suele en varios casos contener a otra como el egotismo, pues es siempre proclive al conversar, no solo en monopolizar el uso de la palabra, sino en hablar únicamente de su persona (yo hice, yo pude, yo logré, etc.).

Es egoísta porque es excluyente; individualista ya que se encierra en sí mismo y en su protagonismo; y personalista al tratar de afirmar y destacar su personalidad de manera desmedida.

Es el clásico personaje que intenta con su presencia tapar a los demás haciéndose por su ubicación, expresiones y posturas más visible que el resto, tanto en una fotografía como en una reunión llamando la atención por sus ocurrencias, extravagancias u opiniones singulares y poco comunes.

El que es estrafalario lo hace por egocéntrico, pues busca que todos hablen de él y que las miradas estén puestas en su persona, aún cuando pueda recibir calificativos no favorables (por ejemplo loco, payaso, aventurero, exótico, etc.).

También lo es quien por ser conocido y a veces destacado se sienta para escuchar en un acto o conferencia en la primera fila para que se lo nombre y distinga.

En tal caso el egocentrismo difiere totalmente de la modestia de aquel que públicamente trata de pasar desapercibido.

Se dice irónicamente, pero sin dejar de tener visos de razón, que el egocéntrico que es invitado a un cumpleaños quiere ser la figura central desplazando a aquel que realmente los cumple, y que cuando concurre a un velatorio también figurativamente lo hace respecto a la persona muerta en memoria de quien se realiza el funeral.

Al momento de pronunciarse discursos en algún evento, siempre se ofrece para decirlos, más que por el contenido del mensaje a veces improvisado, por el sólo hecho de que se lo escuche y dé motivos a comentarios de lo que dijo o por su elocuencia al expresarse.

Suele afirmar que hace un sacrificio de volver a ocupar un cargo principal y central en alguna institución, cuando en verdad es su deseo aceptarlo, ya que le cuesta y hasta se angustia y frustra sino es tenido en cuenta o se lo relega a una posición que no tiene notoriedad por ser de inferior jerarquía y subalterna.

Cabe perfectamente en estos casos para el egocéntrico la frase que dice “la falsa modestia es la peor de las soberbias”.

Las personas que son así tienen diferentes intenciones. Hay quienes lo hacen porque se creen carismáticas y seductoras; otras para lucirse en el plano de la elegancia y la estética; en el ámbito de la farándula artística para ser diva, galán o primera figura; y en algunas actividades por sentirse únicas e imprescindibles.

El intelectual egocéntrico busca que los demás lo admiren por lo que sabe, y en el caso de la política para erigirse en caudillo líder reconocido como indiscutido.

Una de las características, en mi opinión, respecto a políticos que logran encumbrarse es su egocentrismo.

De allí que los considerados líderes en nuestra historia lo han sido. Por ejemplo, Rosas al autodenominarse el restaurador y aceptar tener y ejercer facultades extraordinarias y la suma del poder público. Sarmiento con sus excentricidades, Roca con su autoritarismo; Yrigoyen con su modo personalista de gobernar; Perón con la verticalidad en su conducción; Menem con su peculiar caudillismo, y en la actualidad Cristina Fernández de Kirchner y Javier Milei en versiones ideológicas opuestas, pero semejantes en sus centrales liderazgos que se traducen en ambos casos en estar conmigo o ser enemigo y en hablar bien de sí mismos y de sus ideas, incurriendo varias veces en arrogantes declaraciones públicas al respecto.

Mi conclusión, “el egocentrismo a mi entender es un defecto al consistir en un exceso de la autoestima que uno debe tener para validar y afirmar su personalidad. Lo peor es que conduce al propio elogio y nunca a la autocrítica”.

Además, “aquel que se empeña en ser el centro de la atención casi siempre se olvida de prestarle atención a la realidad que ocurre a su alrededor”.

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