Por el Dr. Héctor Ulises Napolitano
Por planes sociales en Argentina se denominan no a aquellos que promueven el trabajo, la educación, el deporte y la cultura de quienes por su condición no pueden llegar a tener acceso a una ocupación y formación, sino a la asistencia y ayuda económica que otorga el Estado a una gran y amplia franja social que se hallan excluidos por sufrir el desempleo, la pobreza y la indigencia.
Son las consecuencias de la ineptitud de los gobernantes y de la ineficiencia en tomar medidas para que la economía crezca y garantice la igualdad de oportunidades para atenuar esos flagelos que existen desde que el mundo es mundo, pero cada vez más incrementados por la desigual distribución de la riqueza y el subdesarrollo que en varios aspectos padecen no pocos países, por no decir en su mayoría, especialmente en los llamados del tercer mundo. Argentina está entre los “emergentes”, pero con un elevado nivel de pobreza e indigencia, porque sus malos gobiernos lo han llevado a ser de un país potencialmente rico a uno empobrecido.
Los planes sociales que deberían tener como fines una asistencia y ayuda de emergencia y transitoria han pasado a ser continuos frente al aumento de los sectores con vulnerabilidad por falta de ingresos, hambre y desnutrición.
Cada vez se fueron sumando más, acompañados también de un incremento de comedores populares y barriales que dan de comer a niños, jóvenes, adultos y ancianos en situación de carencias.
La mendicidad por necesidad ha crecido de manera alarmante.
Dichos planes se han mantenido políticamente para contener el descontento social y evitar así levantamientos y estallidos populares que puedan poner en riesgo y peligro la institucionalidad y vigencia de un sistema que quienes se encargan de conducirlo y gobernarlo no han sabido hasta ahora dar las respuestas adecuadas y convenientes para superar o al menos paliar tales circunstancias que se han convertido en permanentes.
En Argentina está sucediendo lo que Joan Manuel Serrat dice en una de sus canciones “siguen llegando más y más pobres”; en nuestro caso a pedir planes y a los comedores barriales.
Antes existía la pobreza digna de aquel que trabajaba, que le alcanzaba para dar de comer a su familia, mandar sus hijos a la escuela y en algunos casos habitar en una vivienda humilde pero propia.
Hoy la pobreza es indigna porque proviene de la falta de trabajo que conlleva a carencias en la alimentación, a la deserción escolar en la niñez y a vivir en villas de emergencias o en situación de calle.
Antes existía la ayuda social a la niñez, al trabajador y a la ancianidad más como incentivo que por necesidades básicas no cubiertas. Lo que hoy es todo lo contrario.
La Argentina en consecuencia no ha retrocedido en esos aspectos hacia el pasado, sino en sentido inverso al progreso socio económico que debería tener en la actualidad, si las políticas a partir de la segunda mitad del siglo XX en adelante hubieran promovido el desarrollo de éste país.
Los planes sociales surgidos durante la democracia, desde la caja pan hasta los más diversos en la actualidad, por razones de emergencia en sus inicios permanecen, en mi opinión, por la falta de imaginación de una dirigencia política que además de carecer de creatividad para pensar en reemplazarlos por otros planes que sin dejar de dar asistencia económica en lo inmediato, promuevan como exigencia y condición para su obtención la de capacitarse en alguna actividad u oficio para insertarse al mercado laboral, ya como trabajador autónomo, en relación de dependencia o formando cooperativas de producción y de trabajo, tanto en tareas agropecuarias, industriales, comerciales, e incluso del conocimiento.
El Estado para tales fines debería celebrar convenios con el sector empresario tanto productivo como de servicios y con universidades públicas como privadas, sindicatos, ONG y organizaciones religiosas, involucrando así al conjunto de la sociedad de manera coordinada y solidaria. También a los movimientos sociales en tanto no lo hagan con propósitos políticos partidarios.
El auditar es fundamental para control y evaluación de los resultados. Además, crear bolsas de trabajo y empleo en cada municipio.
Al coincidir con la idea que “gobernar es dar trabajo”, para mí los planes sociales, tal cual están concebidos, por el contrario, permiten que proliferen la pobreza y los desocupados.
El inciso 23 del artículo 75 de la Constitución Nacional establece como medidas a tomar por el Congreso de la Nación, sin perjuicio de que se haga por iniciativa del Poder Ejecutivo, la protección en particular de los niños, las mujeres, los ancianos y las personas con discapacidad. Es decir, las más vulnerables por sus edades y condiciones. Prescribiéndole a continuación el “dictar un régimen de seguridad social especial e integral en protección del niño en situación de desamparo, desde el embarazo hasta la finalización del período de enseñanza elemental, y de la madre durante el embarazo y el tiempo de lactancia”.
Salvo la AUH (Asignación Universal por Hijo) como ayuda económica que resulta insuficiente, desconozco otra asistencia a la niñez y a la mujer embarazada, cuando según las estadísticas 6 de cada 10 niños en la Argentina viven en situación de pobreza.
Allí, en mi opinión, hay que poner toda la mira en cuanto a planes sociales no solamente en materia alimentaria que es fundamental, sino también en lo sanitario en pediatría y en ginecología respecto a la mujer embarazada. Además en la estimulación temprana para los niños que nacen con alguna discapacidad.
En esos casos el Estado presente es insoslayable. Sin embargo, los gobiernos hasta ahora han mirado para otro lado, y el actual Ministerio de Capital Humano recibo de ello no acusa, seguramente por considerarlo un gasto innecesario.