Dolores ha experimentado una notable transformación en las últimas décadas, quizás más aún en los últimos años. Antes, promediando el Siglo pasado, bastaba con alejarse unas diez cuadras del centro para encontrar quintas y grandes terrenos vacíos. Las casas eran mayormente bajas y los alrededores mostraban un paisaje casi rural, con pocas edificaciones que rompieran la armonía del entorno.
Hoy, la ciudad ha crecido no solo en extensión, sino también en el tipo de edificación y en la calidad de sus construcciones. Los barrios han cambiado su fisonomía, y en lugar de las tradicionales viviendas bajas se pueden ver edificaciones más modernas y sofisticadas. Desde la irrupción de aquel primer edificio de varios pisos en calle Buenos Aires las propiedades en horizontal han proliferado, quizás no han cambiado la fisonomía general, pero sin dudas muestran una característica distinta de la imagen de ciudad que se va afianzando con el devenir de este Siglo XXI.
Por su parte en los alrededores, donde antes predominaban los espacios abiertos, ahora se alzan verdaderas mansiones, reflejando un crecimiento urbano y un desarrollo que han reconfigurado por completo la identidad de Dolores.
Este crecimiento no solo se nota en la arquitectura, sino también en la infraestructura y los servicios. Se han pavimentado y se pavimentan nuevas calles, se han mejorado las plazas y espacios públicos, y han surgido nuevos comercios que dinamizan la economía local. Además, la llegada de familias jóvenes y emprendedores ha dado un nuevo impulso a la ciudad, convirtiéndola en un lugar más vibrante y lleno de oportunidades.
El progreso de Dolores es evidente, y aunque la ciudad sigue evolucionando, hay que destacarlo, conserva su esencia y el encanto de siempre. La combinación entre historia y modernidad la posiciona como un lugar ideal para vivir, con un crecimiento sostenido que promete seguir sorprendiendo en los próximos años.