La primera referencia “oficial” respecto al tratamiento que se operaba con la basura y los restos domiciliarios en Dolores la encontramos en 1862, donde se establecía el servicio de limpieza a través de obreros munidos de palas, carretillas y carros. Un año después se imponía el pago por el servicio de limpieza, “golpeando puerta por puerta”, de una tasa de novecientos por mes, prohibiendo el arrojar basura a la calle.
Hasta ese momento el gobierno local se limitaba a recoger la basura para depositarlas en dos chacras en sitios bajos de la periferia, hasta el año 1877 donde a través de la Comisión de Higiene se procedía a redactar la ordenanza sobre qué hacer con los desperdicios. En ella se procedía a la quema por el mismo sistema que se seguía en la Capital, pudiendo el contratante del servicio extraer para su beneficio huesos, fierros, vidrios, etc. Luego de efectuada la quema, la ceniza gruesa resultante, después de pasarla por una zaranda, debía ser puesta a disposición del inspector municipal, el cual debía darle el destino que creyese mas conveniente.
También en 1877, mediante 14 articulados se reglamentaba la Comisión de Salubridad de los cuarteles, -por entonces la ciudad se componía de ocho-, con seis miembros activos, debiendo unos de ellos ser profesional de la medicina y en caso contrario, farmacéutico.
Dentro de las atribuciones de esta comisión estaba la de hacer cumplir todas las ordenanzas sobre higiene que se hubiesen dictado, vigilando el cumplimiento al de calles, veredas, quema de basuras y aguas servidas que fuesen arrojadas a la calle.
Otra posibilitaba nombrar “los comisionados de manzanas”, debiendo dar cuenta ala Municipalidad, nombre, domicilio y cantidad de manzanas asignadas.
En 1907 a través de la ordenanza 730 se llamaba a licitación publica el servicio de extracción de las basuras en el partido de Dolores por el término de dos años, debiendo prestarse diariamente y en los meses de septiembre a marzo estar finalizado el recorrido de los carros recolectores, -que deberían ser cerrados para evitar caídas de desperdicios en la vía pública-, a las nueve de la mañana.
Al decir del vecino Alberto Celillo, sus antecesores familiares, ya tenían el servicio a su cargo en la zona este de la ciudad y en inmediaciones de Bassi y Rivera. Habían llegado de Italia a fines de siglo XIX, buscando trabajo y porvenir. Empezaron a explotar unas quintas, pero como no alcanzaba para criar a sus hijos, pidieron al municipio hacerse cargo de la recolección de la basura domiciliaria. Primeramente no recibieron paga alguna por el servicio prestado, hasta que el D. E. decide otorgarles una suma mensual, “hasta pueda efectuarse por administración”.
El 23 de enero de 1917 se declara caduca la concesión y se encarga a la Comisión de Higiene, la confección de un pliego de condiciones, presentándose Pedro y Sabatino Celillo, otorgándoles el privilegio por el termino de dos años. El 13 de febrero de 1930 y luego de la promulgación de la ordenanza 1149 se declaraba municipalizado el servicio, facultándose al ejecutivo la compra de dos camiones, creando sendos puestos de conductores y cuatro de recolectores, con una retribución de doscientos veinte y sesenta pesos respectivamente. Aunque posteriormente la recolección de la basura seguía prestándose a través de carros tirado por caballos
Por el año 1948 los encargados del servicio eran retribuidos en la suma de 1.700 pesos moneda nacional. Al fallecer Pedro y Sabatino Celillo, continuaron con la misma tarea Agustín y Jovita H. De Celillo. A la par Agustín Celillo había instalado en el lugar porquerizas, utilizando los desperdicios para su manutención.
La recolección que se efectuaba en cuatro chatas cerradas tiradas por caballos y en los últimos tiempos en vehículos con tracción mecánica, la llevaban adelante apellidos tales como Juárez, Echeto, Díaz, Enis, Rojas, Santander, Gutiérrez
Don Agustín Celillo falleció en nuestra ciudad a consecuencia de un accidente en 1971.