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“Nacer y morir en Dolores”

Federico Sabalette
Federico Sabalette
10 Minutos de lectura

Por Juan Pueblo.

(Continuación de lo publicado ayer)

 

“Soy la Búsqueda del Tesoro que organizó Social y el quejarse de vecinos al despertar un domingo y ver autos de raje por todos lados; también soy la carrera de regularidad hasta Chascomús que ganó la dupla Cereseto-García Cuerva en un Borgward creo; soy aquella gente que de ojito miraba la entrada al baile del Social desde la vereda de enfrente; soy el Instituto con el Padre Reynoso, la Mac Donald y la Bacchini, y algún fogón organizado; soy Los Fronterizos de moda y los Hermanos Vega, con Pancho Salerno y Luis Filomeno; después la radio Spika, la Carucita, y el Ibelo Monopol para el tabaco; en la indumentaria soy el acrocel y el polyester recién llegados, la camisa Lavi Listo para estrenar a la milonga siguiente; soy los vaqueros de películas recién llegados y más tarde los ansiados mocasines hasta para usar con traje, y que algunos compraban de marca, como Capozzo y López Taibo en Buenos Aires; y algo que pocos se acuerdan, soy Marta Conti en el Centro de Empleados cantando los boleros de Raúl Show Moreno, con los acordes de Adalberto Irazábal; y Santiago Gelmini con Los Girvis en formación, quien no chapó haciendo «Mira que Luna» y «La Nave del Olvido»; soy la TV en blanco y negro para ver de vez en cuando, antena fija o direccional con booster, todo un platal para la época; soy Julio Bianchi galán de todos los galanes, una novia en cada pueblo desde Maipú a Chascomús, pasando por Salomón y Sol de Mayo. Julio querido me parece que te veo bailando, apenas bajo el mentón para llegarle mejor al oído con graciosa conversación, vos perdoname hermano, pero cuando nos cruzamos en la calle te saludo doy vuelta la cara y me pongo a llorar !!!; soy el «Gaucho de Bolívar» Jorge Martínez Boero y su hermano Javier, que con el padre atendían sus campos por la zona; soy aquellos ácidos versos que le escribieron al Social y que jamás conseguí; soy el coro aquél que hacíamos todos a Villarruel cuando cantaba en el Social «Nicolasa» y «El Bodeguero», y para completar «Los Tim Jazz»; soy el Mono De la Canal en batería, Manucho Arévalo en clarinete y Constantini en el bajo; soy Marianito Conti dirigiendo «El Tribuno» y Atilio Roncoroni «El Nacional»; en el Banco Pcia. soy Mike Fernández y Arribillaga, y en el Nación Gabasi y Barragán; en el Tribunal soy Toscano y Cambet, y en el Rex haciendo teatro, soy Rubén Libonatti y Fósforo Angelinetti; soy la ronda que languidece después del 65, a causa del auto y televisión que cambiaron las costumbres; soy Rafael Peñóñori y Sra. almorzando con el Presidente Onganía y Sra. en nuestro patio querido del Colegio Nacional, todo lleno de gente con galerías incluidas, y como dato anecdótico, Garivotto la mesa principal servía con impecables guantes blancos; también por el centro soy Ramón, Walter Kiernan, Popito, y el enamorado Chanampa en rápida mezcolanza; soy el «Dr. Zhivago» del mejor cine, aquél que al Gloria nos convocó; soy sobre calle Rico en el negocio de Etcheverry el Fornido Conti y Pavón, reunidos con un jovencísimo Pángaro Goyti; soy los tres mejores cuentos de Dolores por lejos y con respeto: «…después te mando aquello…» ; «…Nacho Rey y el Patroncito…» y «…Dody El Maravilloso…»; soy Magú que le falta por llegar; y para terminar éste relato soy el notición aquel que retumbó en el entorno, «…Batillo se arregló con Cristina…».

Soy todos los recuerdos, apuntes y recortes de los 70 y 80 que debo guardar para siempre, tal vez alguien algún día… pues un ingrediente me quita ésta distracción, el ingrediente es médico, mi preocupación que aumenta y mi familia expectante por lo que puede pasar, hoy soy amigo de mi proctólogo después de tantas visitas, soy mi próstata burlona que con mi orina jugaba, pero eso fue al principio, porque ahora se le ha dado por cambiar hasta el color del rosado hasta el colorado, soy quien no quería llegar a la humillación anal, pero es por todos conocido que el hombre paga con el trasero todo lo que hizo con la parte de adelante, soy la peor noticia de mi vida pues se me ha enterado que hay que extirpar, a partir de ahí sólo un tiempo anduve bien, después terapia intensiva habitación y viceversa un par de veces, es cierto que el oído se agudiza y mi familia lo sabe, es imposible escucharlos para enterarme algo más, soy la conciencia y la inconciencia, los sedantes, la lucidez, la confusión y el delirio, me doy cuenta que es la noche por quedarme una mano libre, soy quien me dijo hablabas dormido y casi gritando dijiste, «…soy Fleury y Vittarella en el Prado Español…» , también quien pensó «…ésto va mal, mi digestión solo aguanta duraznos al natural…», lo que siento es mi familia que por mi culpa llora, soy el espejo que no quiero ver por la imagen que me devuelve y el preguntar de la hora en forma continuada, soy mis kilos que se han ido para alivianar el cajón y entre tantos despertares escucho algo así «…en el nombre del Padre…», lo cual no me deja dudas, poco me queda de vida debo pedir que me afeiten, soy PERSEVERANTIA que desde arriba nos guiaba, a mí no me va, antes sí fui ligero, guapo y seguidor como dice una letra, pero ahora no, ya sin resto me he quedado, a medianoche tan callando me abraza la muerte y entonces comienzan mis movimientos involuntarios, soy el empleado fúnebre que enguantado me arreglará la cara, gasa con alcohol para quitar alguna mancha, alinearme los párpados y labios, las cejas y sienes, barba no hace falta me afeitaron ayer para hacerme presentable, y después mi última vestidura ya estoy amortajado, ahora la rutina de la que todos fuimos testigos muchas veces, hasta que desalojan la sala, claro, un soldador asegura mi cobertura de zinc para la tapa después, luego el suave afirmado de mi caja sobre los rodillos que me llevan hasta el fondo, está muy nublado y parece como de noche, ahora encabezo mi propia caravana pasando por mi Plaza pero ésta vez voy de horizontal, cruzo las calles del centro que tantas veces me vieron, ora feliz ora amargado solo o acompañado, celebro mi vida y celebro mi muerte no voy a yacer en cementerio extraño, morir es maravilla solo si la eternidad lo abriga en su propia tierra, quien tiene recuerdos también tiene imaginación, por eso mi prosa me acompañará hasta el final, pasamos por Plaza Moreno una madrugada estacioné por aquí con una pasión errada, después el barrio del Naytuel ahí en dos casamientos estuve, por Olavarría alguien frena a mi costado para leer mi nombre y acelerar después, llegamos al Cementerio y otra vez los rodillos pero ésta vez hacia afuera, un amigo llega diciendo «…llegué justo me agarró un temporal en Chascomús…» ; el Responso como corresponde por mi religión y otra vez al frente en el porta-féretro, luego mi penúltimo lugar, el nicho a donde en vilo me suben, tres minutos más o menos y después la vida continúa para mis acompañantes, así debe ser, sólo me quedo con todas mis memorias. Han pasado más de cien años, para nadie soy recuerdo quizás figure en el árbol genealógico, son cuatro generaciones y debo dejar mi lugar, una mañana temprano de un día soleado y sereno un sepulturero junta mis restos poniéndolos en una gran carretilla, después con mis compañeros de suerte camina el hombre silbando unos ochenta metros y nos deja caer en un maloliente y profundo pozo, entonces sí, soy el osario y la Autovía.

Sr. Director y staff de Diario COMPROMISO, gracias, muchas gracias, me he dado el gusto de mi vida. Atte. Juan Pueblo.

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