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Los Acuerdos

Federico Sabalette
Federico Sabalette
6 Minutos de lectura

Por el Dr. Héctor Ulises Napolitano

 

Los acuerdos garantizan la convivencia, los desacuerdos generan el conflicto.

Los que bien interpretan las ventajas de llegar a acuerdos son los abogados al tener como premisa la de “mejor un mal arreglo que un buen juicio”, lo que significa ganar menos en menor tiempo que intentar lograr ganar todo, pero corriendo el riesgo de perder el juicio.

El ponerse de acuerdo después de una acalorada discusión, es llegar a la síntesis en el disenso. Eso se consigue cuando cada uno expone sus razones, se escuchan mutuamente y se avienen en una conclusión satisfactoria, aunque deban ceder, renunciar o transigir posiciones o intereses.

La predisposición al diálogo ante todo, y el respeto al disenso, son los dos presupuestos fundamentales, además de la intención de arribar a una solución en común frente a un mismo problema que los afecta.

La mayor parte de los acuerdos son coincidencias que resultan de disidencias previas y luego puestas en polémica.

Incluso los que se logran por consenso pleno, es porque de antemano ha mediado un diálogo.

La mejor definición de política que hasta ahora he escuchado la dio por televisión un empresario cuyo nombre no recuerdo, pero que dijo “la política es el arte de celebrar acuerdos”. En efecto, nada más cierto, pues sin consensos no se puede gobernar.

Las divisiones faccionarias e ideológicas cuando son irreconciliables llevan a estériles enfrentamientos que perjudican la búsqueda del fin principal y esencial de la política que es el bien común, es decir dar respuesta a las necesidades, reclamos e intereses mayoritarios de la sociedad. Como también en consensuar pautas a seguir en materias institucionales, económicas, sociales y de seguridad jurídica, tan necesarias para la estabilidad y gobernabilidad.

El pacto social que mencionaba Rousseau como base y fundamento del Estado es un ejemplo de ello, aunque los partidarios que aborrecen el aparato estatal, que son los que hoy gobiernan este país, lo nieguen en pos de una concepción ultra individualista, que hablan de un pacto no existente e idealizado, cuando en verdad se halla manifiestamente expresado en la democracia representativa donde el pueblo en ejercicio de su soberanía concede a través del voto mandato a los gobernantes.

Lo mismo ocurrió en el nacimiento de esta nación como república democrática y federal por medio de una Constitución que en su preámbulo dice “Nos los representantes del pueblo de La Nación Argentina, reunidos en Congreso General Constituyente por voluntad y elección de las provincias que la componen, y en cumplimiento de pactos preexistentes…”.

Cuando la política deja de sustentarse en el acuerdo pueblo y gobierno pasa a ser tiranía.

Es cierto que como naturalizada práctica existe entre los políticos las llamadas roscas y el toma y daca, como también negociados espurios y corruptos.

El hecho de que haya acuerdo no implica que su sentido como su contenido produzca positivos efectos, ya que en la historia argentina los ha habido y con resultados muy negativos.

Recuerdo el acuerdo entre Argentina y Chile sobre el Canal de Beagle, que fuera sometido a un plebiscito, que yo voté en contra, por entender que se cedía parte de la soberanía, triunfando su aprobación por amplísimo margen.

Después lo repensé, y entendí que era mejor un mal acuerdo, a correr el riesgo de un mal mayor y casi siempre irreparable como es la guerra.

Es decir, que en un acuerdo hay que ceder algo para obtener parte de un beneficio o prevenir y evitar una consecuencia más adversa a la que ya genera el propio conflicto.

En los últimos años en Argentina abundan los acuerdos marginales como el pedido de coimas, por influencias y favores políticos, pero no los grandes acuerdos que necesita el país para tener políticas de Estado, con el compromiso de cumplirlas cualquiera sean los gobiernos de turno.

La falta de tales acuerdos se debe a una grieta ideológica que ha llevado a que prime el ”

“si no está con nosotros es enemigo”.

Una cosa es a través del diálogo fijar una agenda temática para debatir propuestas que pueden ser diversas, lo que es democrático, y otra muy distinta es, para evitar controversias, convocar a adherirse a temas unilateralmente preestablecidos, y además con condiciones impuestas, lo que es autoritario.

Esto último es lo que pretende Milei con el llamado al pacto del 25 de Mayo.

“A los políticos humilla y los quiere poner de rodillas. No cree en la política, y lo más paradójico del caso es que por intervenir en ella y por elección popular ejerce de este país la presidencia.

Milei es la restauración del “unicato” del otrora presidente Miguel Juárez Celman”.

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