Por el Dr. Héctor Ulises Napolitano
En el diccionario se define por derecha en política a la posición que en tal sentido ocupaban los componentes de las asambleas de la revolución francesa de ideas conservadoras con relación a los reformistas que se ubicaban a la izquierda, haciéndose desde allí extensivo en los parlamentos a los representantes de los partidos conservadores, y luego al conjunto de partidarios de dicha ideología, a los que se denominan derechistas.
Se dice que es conservadora porque se opone a todo cambio radical o revolucionario que pueda afectar los intereses y privilegios de los sectores sociales dominantes, económicamente acaudalados y poderosos. De allí que se tilde también de oligárquica y antipopular.
Los opositores y críticos al conservadurismo en la Argentina definían a sus gobiernos de “estado rico con pueblo pobre”.
Son acérrimos partidarios y defensores del capitalismo y de la economía de libre mercado, sin injerencia ni intervención del estado, al cual buscan reducir en sus dimensiones y funciones al mínimo. Incluso en su versión “anárquica libertaria” de abolirlo. Su mayor mácula en la historia argentina es la de haber ganado elecciones cometiendo fraude.
El desprestigio del partido conservador por su política antipopular y el fraude, lo llevó a tener que cambiar dicho nombre por el de liberal.
Elogian y exaltan a la libertad, pero en favor de los que manejan los mercados, ya que son proclives a reprimir cualquier manifestación popular de protesta, en varios casos con excesiva violencia.
Otra gran contradicción a su prédica en favor de la libertad, es el haber alentado a que se produjeran golpes de estado contra gobiernos democráticos y ser los principales colaboradores de las dictaduras militares que tuvieron lugar en este país, como también civiles en otros países de Latinoamérica.
Su enemigo visceral es el marxismo, aunque califican de comunistas sin serlo a todo gobierno que tenga ideas progresistas en lo social, por lo que agregan a su carácter reaccionario, el de ser macartistas.
Se dicen nacionalistas, pero no escatiman cuando son gobierno en hacer concesiones de explotación de recursos nacionales a empresas extranjeras, permitiéndoles que fuguen sus ganancias a sus países de origen, como también liberar aranceles de importaciones en perjuicio de la industria nacional.
No han mostrado nunca apego a los derechos humanos ni a la progresividad en materia jurídica, pues no amplían, sino que restringen derechos, en especial laborales y sociales.
Su tendencia racista y xenófoba es evidente en todas partes del mundo, ya que la mayoría son admiradores del nazismo y el fascismo, aunque lo traten de disimular.
La derecha ha demostrado ser más astuta que la izquierda.
En primer lugar, porque aprovecha mejor el descontento general. En segundo lugar, porque tiene como socios a los grandes capitalistas, medios de comunicación hegemónicos, ciertas jerarquías eclesiásticas, militares, e incluso magistrados del poder judicial. Además de haber recobrado fuerza a partir del fracaso del comunismo con el desmembramiento de la Unión Soviética y la caída del muro de Berlín.
Lo he llamado el fenómeno de la derecha, porque ha sentado base y predicamento en importantes países del mundo, como una reacción ya no sólo contra la izquierda o los gobiernos populares, sino contra la política convencional y el sistema, que es un llamado de atención.
En nuestra historia sabemos los resultados que han dejado sus gobiernos (ricos que se hacen más ricos y pobres mucho más pobres).
Por lo que “al conocer la piedra, a chocar con ella otra vez no vuelva”.
Los reformistas también han fracasado.
La opción es elegir algo distinto, que no piense solamente en el mercado, ni en hacer asistencialismo sin reemplazarlo por trabajo digno.
Sugerencia: “Vote a quien mejor lo represente, pero nunca por bronca en contra de sus propios intereses”.