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El Consumidor

Federico Sabalette
Federico Sabalette
6 Minutos de lectura

Por el Dr. Héctor Ulises Napolitano

 

El consumidor es el rol que en los mercados tanto de bienes como de servicios nos comprende a todos por igual, cualquiera sea la posición que cada uno tenga, pues los seres humanos necesitamos primariamente alimentarnos, vestirnos, atender a los requerimientos de la salud, utilizar electricidad, combustibles, agua potable, etc.

Es decir, que a través del consumo no hay miembro de una sociedad ni agente económico que esté ajeno a él.

El quid de la cuestión es la ubicación que cada cual ocupa desde arriba hacia abajo en la cadena ya que es diferente la capacidad económica y el poder de decisión de los fabricantes, productores, comerciantes, y prestadores de servicios a los consumidores y usuarios que los demandan y que son cuantitativamente la mayoría de la población, por lo general asalariados que no gozan de una renta, sino que viven de un salario que casi siempre va detrás de los precios de los bienes y servicios que consumen y utilizan.

De allí que se diferencie el oferente del demandante, el vendedor del comprador.

El comerciante minorista es quien se halla en una situación casi similar al consumidor común y final, pues debe comprar mercaderías para revender, que a veces no puede reponer por sus altos costos, y en casos perder margen lucrativo bajando precios para poder vender.

Todo gira en torno a la necesidad que tienen los consumidores de subsistir, que son en cantidad muchos más que aquellos que producen y comercializan, contando los primeros con el poder de compra (no en la mayoría de los casos con el suficiente poder adquisitivo) que les da la facultad (casi siempre escasa y restringida) de elegir el producto que desean adquirir, y decidir en qué lugar y tiempo hacerlo según su conveniencia, tratando lógicamente de defender su bolsillo.

Recuerdo que la señora Lita de Lázzari, emblemática dirigente de la agrupación de amas de casa, aconsejaba caminar para recorrer distintos comercios a fin de comparar precios y comprar donde lo que se buscaba estaba más barato.

Los consumidores tienen una influencia decisiva, pues sin ellos se corta toda cadena en el mercado de producción y ventas, además por ser la mayoría y poseer el poder de compra y de elección, como también el derecho que les concede la constitución de organizarse y asociarse para defensa de sus intereses.

En ellos están las necesidades, pero a la vez reside la soberanía de evitar distorsiones y abusos en los precios que los perjudiquen.

Sin embargo, desde hace tiempo la respuesta es sólo resignación, pues aun pudiendo organizarse no lo hacen, y los referentes que en otras épocas los representaban y eran sus voceros han fallecido, el último de ellos fue don Héctor Polino, sin que advierta en la actualidad a nadie que los haya reemplazado.

Las organizaciones defensoras de los consumidores y usuarios precedieron en su existencia a las organizaciones sociales, no obstante tener éstas últimas plena vigencia y para nada las primeras que nacieron con anterioridad, y que de existir al menos no se hacen oír ni sentir.

Lo que me llama poderosamente la atención en estos momentos donde los precios de la canasta básica familiar están por las nubes y aumentan constantemente.

Dicha falta de espíritu asociativo y organizativo hace que el consumidor la tenga que luchar de manera individual y desigual frente al poder económico de los monopolios y oligopolios formadores de precios, y ante la ausencia de un Estado o su ineficacia en tomar medidas o en llegar a acuerdos de precios que luego no se cumplen.

También existe una total carencia de información oficial respecto a la función que cumplen las reparticiones municipales encargadas de la defensa de consumidores y usuarios, de organismo tales como la Defensoría del Pueblo y de entes que supervisan tarifas de empresas privatizadas que prestan servicios públicos esenciales.

Por tal causa muchos consumidores y usuarios se quedan sin denunciar.

No sólo hay que esperar soluciones de los gobiernos, ni ejercer únicamente la soberanía popular y ciudadana a través del voto, sino también participando en la defensa de los propios derechos, y mucho más aun cuando de ellos deriva nuestra subsistencia diaria.

“Cuando los gobiernos no aciertan en sus políticas, y el poder lo tiene una minoría, es porque la mayoría al dejar de participar abdica de ejercer su soberanía, que en su decisión de organizarse, peticionar y exigir radica. En tal caso, no haciendo uso de los derechos y medios para su defensa, no vale ni siquiera la pena, aunque existan razones justificadas, solamente quejarse”.

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