Ad imageAd image

Ciclo de Charlas: “Voces Dolorenses” – Excelente Conversatorio sobre Malvinas en el Salón Blanco

Federico Sabalette
12 Minutos de lectura
Foto Pato Mendez

Con la presencia de Esteban Vilgré Lamadrid, Néstor Beica, Mario Mestralet y Leonardo Rondi, el conversatorio coordinado por Guillermo Ibarra y transmitido en vivo por Tribuno Streaming y Radio Municipal, emocionó al público que llenó el lugar.

 

La historia y el peso emocional que tiene Malvinas sobre el pueblo argentino es algo que el tiempo no opaca. Dolores tiene sus héroes, que a lo largo del tiempo se vuelven aún más grandes, en edad pero sobre todo en dimensión.

Este jueves, ante un Salón Blanco Municipal lleno, Guillermo Ibarra llevó adelante un nuevo conversatorio, esta vez coordinando una mesa a la que se sentaron los ex combatientes mencionados, Alberto Rodríguez, padre de José Luis Rodríguez, y que tuvo como invitado especial al Coronel Vilgré Lamadrid. En medio de la charla y antes de exponer ilustrando con fotos, este tuvo un gesto especial entregándole su gorra al padre de José Luis Rodríguez y honrándolo. También le entregó una gorra a Guillermo Ibarra para que continúe marcando la memoria de aquella gesta y sus participantes.

Transcribimos a continuación fragmentos del conversatorio:

Vilgré Lamadrid: “Creo que fui convocado a la guerra cuando era chico acá en Dolores. En las clases de Ciencias Sociales en el Bertoni, cuando hablaban de historia, siempre soñaba con ser granadero de San Martín, defender a mi patria, mi bandera. Recuerdo un acto en 5to grado, Invasiones Inglesas, dos veces me tocó actuar ese año, y porque Mamá era profesora de inglés y yo medio gringo, me tocó con una cartulina colorada y dos bandas blancas en el pecho que eran las cananas para hacer de soldadito inglés, y entraba cantando una canción que no olvidé nunca del trauma: “We are the soldiers of the King, and we have can to conquer you” (N.d.R: “Somos los soldados del Rey y tenemos que conquistarlos”). Tenía siete años. Quedaba muerto sobre el escenario con esa banderita inglesa de plástico, y Facundo Urquiza, que era el soldado patricio, con una cartulina azul y dos cananas blancas, un gorrito y bandera argentina, era aplaudido. La segunda vez que me tocó hacerla, le dije a la maestra que quería hacer el soldadito patricio. Me fui ese año a vivir a Buenos Aires y nunca se me cumplió el deseo. Sin embargo unos años después logré ser ese soldadito patricio con una bandera”

Leonardo Rondi: “Hicimos el Servicio Militar Obligatorio y nos tocó el Regimiento de Infantería VII de La Plata. Cumplimos con la jura de la bandera, y uno se preguntaba entonces por qué, lejos de pensar que esa jura nos iba a obligar moral y patrióticamente a responder por nuestra Patria. Ese fue un momento diferente en la instrucción, fue un primer quiebre. Terminamos el servicio pero a los pocos días de salir de baja fuimos convocados, de nuevo nos presentamos al regimiento en La Plata. Ya el 2 de abril habían sido tomadas las islas, y era probable que nuestro regimiento, teniendo una historia tan grande en todas las batallas importantes, nos llevara, pero era también incierto. Y a los pocos días nos convocaron”.

Néstor Beica: “Lo mío fue muy distinto. No juré la bandera en ningún momento. Había pedido prórroga por estudio ya que había repetido un año así que me tocó hacer el Servicio Militar en 1982. A las materias tenía que darlas en febrero de ese año, entonces me incorporaron al servicio el 1 de marzo, y después de un mes de instrucción, el 2 de abril nos levantaron a las dos de la mañana. Todos contentos porque se habían recuperado las islas que desde chicos nos habían dicho que eran nuestras. Empezamos los preparativos, me mandaron a casa un fin de semana y le expliqué a mi padre que nos mandaban a Malvinas y que venía a saludar. No me creía “¿a dónde vas a ir vos si tenés un mes de Servicio Militar”, me decía. Mi esposa, que en ese momento era mi novia, lo mismo. No me saludó nadie cuando me fui, porque no me creían, me saludaron “chau”, “nos vemos mañana”. Y ese mismo domingo a las 2 de la tarde estábamos subiendo a un avión sin asientos rumbo a Comodoro Rivadavia, y de ahí al otro día a Malvinas. No me dieron tiempo a nada, para mí la película fue rápida, pasé de los bailes, de divertirme en febrero a Malvinas en poco tiempo”.

Mario Mestralet: “Estaba haciendo el Servicio Militar hacía ya un año cuando estalló la guerra. Estaba para irme de baja, había jurado la Bandera el 20 de junio de 1981 en Mar del Plata. Unos días después de la toma de las islas, el 5 o 6 de abril, me dieron franco para venir a avisar a mi casa que iba a la guerra. Me presenté el 10 de abril en el cuartel y el martes 12 salimos para Comodoro Rivadavia, donde estuvimos tres días por el viento. El 15 a la tarde, como a las cinco, pisamos Malvinas. Estaba con el Grupo de Artillería de Defensa Aérea, Unidad 601”.

Foto Pato Mendez

Sobre el miedo

Vilgré Lamadrid: “El miedo es algo necesario, una buena arma. Ay de nosotros si no sentimos miedo antes de acometer un desafío. El miedo nos hace estar atentos, avanzar, pero también el que nos paraliza. Eso no pasa solamente en la guerra, pasa en la vida; y las cosas se logran en aquellos que logran superar el miedo. El miedo es absolutamente necesario y absolutamente humano. Y normalmente en la vida cuando miramos para atrás nos arrepentimos de esas cosas que no hicimos por miedo, entre ellas nuestros sueños.

(…) Tuve la suerte de ir a Malvinas con soldados de la Provincia de Buenos Aires. Pero hay que tener 22 años, ir a la guerra con 46 hombres, participar en dos combates y en el último, que fue un contraataque, bajar solamente con 13. Y tener en tu mochila siendo tan chico 8 muertos, 16 heridos y el resto prisioneros. Y a veces te preguntás si esos soldados cayeron porque su jefe, que era yo, era un inútil, o cayeron luchando por la Patria.

(…) El único momento en que sentí realmente un miedo que me hizo pensar que iba a tirar todo al diablo fue al final de la guerra. Venía del Combate de Dos Hermanas, que fue paralelo al de Monte Longdon, donde vi a la fracción de Leo Rondi y José Luis Rodríguez entrar en combate al final de esa batalla. Había dejado ahí dos caídos, había hecho un repliegue a través del valle todo el día 12 de junio y llevábamos dos días sin comer. Pesaba 50 y pico de kilos. Después de esos días de espera, aquel 13 de junio, último día de la guerra, estaba muy cansado y me agarró mucho miedo sentado arriba de una piedra. Miraba a mi izquierda un monte que fue el último de la guerra, y ahí estaba el infierno.

(…) Imagínense el escenario: casi 40 grados bajo cero, ráfagas de viento de 80 Km/h, esa aguanieve que te golpeaba la cara y te pinchaba, las explosiones que hacían que el aire también se moviera, las piedras de esas explosiones que te pegaban, las ráfagas de munición rasante que pasaban por arriba o cerca de ti buscando un cuerpo… ese era el infierno que estaba a la izquierda. Y las bengalas que te iluminaban, y como se movían con el viento haciendo un silbido cuando bajaban que se mezclaba con el rugido del viento, daban un marco de película de terror.

(…) Me agarraron miedo, cansancio y ganas de irme. Tuve la mala suerte que sentado sobre esa piedra miro hacia Puerto Argentino, donde reinaba la paz más absoluta. Era la última noche de la guerra la artillería británica y nuestra tiraban lo último que les quedaba, y estaba el peligro de que los disparos de los ingleses pegaran en la ciudad, entonces la ciudad estaba toda iluminada, el buque hospital también con todas sus luces encendidas, la torre de mando, y se veían los vehículos de primera línea que iban buscando heridos, gente caminando y en las primeras casas de la ciudad. Eso a cualquier soldado en la trinchera le trae mucha nostalgia de su propia casa.

(…) Sentí que el miedo me ganaba y a buscar el mejor camino para Puerto Argentino. El miedo es el primer maestro, y me metí la mano en un bolsillo. Encontré un telegrama que leí bajo la luz de las bengalas, de mi padre, nacido en Dolores, que sabía dónde yo estaba y sabía que lo necesitaba: “Querido hijo, se acercan momentos difíciles. Cuidate mucho, cuidá a tus soldados. Te bendice. Tu Padre”. En ese momento me acordé de mis soldados y pensé que si yo tenía miedo, qué quedaba para ellos, los Beica, Rodríguez, Rondi, Mestralet, que estaban en sus trincheras.

(…) Por eso le agradezco al miedo y le agradezco a mi viejo esa noche. Me sobrepuse. No podía volver y mirar a mi padre como un cobarde porque el miedo me había ganado. Y mis soldados me necesitaban”.

Share This Article
No hay comentarios
error: Si desea compartir esta nota utilice los íconos que aparecen en la página. Muchas Gracias. Copyright © www.compromisodiario.com.ar