“El atletismo es una filosofía de vida que te da un montón de cosas” nos comenzaba diciendo Fabricio Rodríguez en la charla que con él mantuvimos.
¿Cuándo se inició en el atletismo? preguntábamos, y el dolorense nos señalaba: “Con el Profesor Beto Barragán en el Colegio Nacional, cuando iba a primer año. Nos hizo correr unas pruebas en unos torneos parecidos a los bonaerenses. Corría con mi hermano, que es un año y medio más chico y me ganaba; el profesor me decía que yo era bueno y yo le respondía “pero me gana mi hermano, que es un año y medio más chico”. Yo era polideportivo, jugaba al básquet, al vóley, a la pelota paleta, cuando empezó el tenis en el Independiente también, me llamaban de cualquier lado y allá iba, me encantaba el deporte. Hasta los 18 años cuando me fui a estudiar a la facultad, ahí empecé a entrenar”.
- – ¿A dónde fue a estudiare?
A La Plata, abogacía, el peor error de mi vida. Ahí encontré realmente lo que era entrenar. Hasta entonces lo nuestro en Dolores era muy bohemio, no teníamos quien supiera lo que era el entrenamiento deportivo. Lo hacíamos por libros traducidos que leíamos de Europa, de Estados Unidos, más o menos lo adaptábamos a lo que hacía cada uno, y Beto que era muy entusiasta. Pero técnicamente no teníamos a nadie que nos dijera cómo se entrenaba en serio, en Dolores no existía.
- – ¿Comienza otra etapa a nivel entrenamiento?
Y ahí empezamos a competir en federados, mi hermano Germán y el Negro (Nota: se refiere al atleta dolorense Néstor Giménez) arrancaron más chicos. Y recién ahí, cuando Germán se fue a Mar del Plata y tuvo acceso a un profesor de nivel nacional, Fernando Facal, que los empezó a entrenar, ahí fue la primera vez en mi vida que empecé a entrenar con alguien que sabía de atletismo. Tenía 19 años.
- – ¿Qué le cambió en la cabeza?
Todo. Porque nosotros leíamos en los libros aprendiendo algo nuevo que decía que había que hacer por ejemplo 24 pasadas de 400 metros, tipo Zatopek que era fondista; entonces hacía las 24 pasadas, quería correr en un minuto y a la tercera me moría. Porque esas son teorías, y el entrenamiento tiene que ser personalizado. Si vos venís yo tengo que hacerte una rutina para vos, si viene un chico de 12 años tengo que hacerle una rutina para su edad, por más que haga la misma prueba, y si hay alguien ya compitiendo será otra rutina. Me cambió la vida haber leído, y después ver a gente que sabía mucho. Soy de prueba y error, lo hice conmigo mismo toda la vida hasta encontrar lo que mejores resultados me dio.
- – ¿Siempre fue disciplinado?
Si, y en el sentido de anotar. Entrené como federado hasta los 30 años, y si busco los cuadernos de espiral cuadriculados, debo tener 12 años de planificaciones escritas a mano de lo que iba a hacer, y las correcciones de los tiempos que hacía. Es decir, si tenía que hacer 30 saltos, 10 lanzamientos, 10 pasadas de 100, al otro día rutina de gimnasio 1, 2,3…
- – ¿A qué edad se dio cuenta que podía competir?
Me empecé a dar cuenta grande, a los 24 o 25 años, porque era muy difícil competir en federados, no como ahora que es mucho más accesible. Empecé a ver que iba a los provinciales y llegaba a las finales, no me veía tan lejos. Pasa que tuve la enorme suerte de haber compartido mucho tiempo con mi hermano Germán, que se tuvo que retirar muy joven, y con el negro, que viajamos por todo el país y Sudamérica, él me abrió muchas puertas, era verdaderamente un prodigio, el mejor en argentina y en Sudamérica mucho tiempo.
- – ¿Fue el mejor atleta que vio en Dolores?
Estoy entre él y Leonel César que llegó a un mundial. “El Negro” fue campeón mundial de veteranos, y podría haber llegado a un mundial muy pronto. Leonel duró poco como federado, y ahora está volviendo, este año regresó a pleno, con los tiempos casi de cuando era más joven.
- – ¿Cuál es la edad en la que uno empieza a ver qué pasa a veteranos?
Yo dejé a los 30, habiendo hecho un decatlón con 7 récords personales en 7 pruebas individuales. Fue insólito porque no teníamos como entrenar, garrocha no había, alto tampoco, ni vallas. Fui a hacer muchas pruebas de corajudo, porque no había como entrenarlas en Dolores. Saltábamos sillas, garrocha no había nada, fui agarré el palo y me tiré, un desastre, alto no teníamos colchoneta así que era saltar barra, me enseñaron a saltar. Pero estaba tan bien físicamente, fue mi plenitud. Con el tiempo me arrepentí de haber dejado. Justo en esa época estábamos con Germán en softball, entre atletismo y softball, y hubo dos chicos que tuvieron una prueba y quedaron para jugar en las grandes ligas, entonces me dediqué a ellos. Dije “tantos años de entrenamiento, me tomo un año de pausa y los entreno a ellos”, me dediqué exclusivamente a entrenarlos.
- – ¿Después volvió?
Retomé a los 35, me entusiasmó Carlitos Soragni, a entrenar y competir 7 u 8 años en veteranos. Es otra filosofía. Hasta la primera cirugía de rodilla me sentía igual. Cuando volví a los 35 años hice pretemporada y todas las cosas bien, hacía tiempos en el Parque que eran muy parecidos a los que hacía antes de retirarme. Pero tuve la desgracia de que se me detonara el menisco de la rodilla derecha, y nunca más pude volver a ser igual.
- – ¿Ahí fue donde el cuerpo lo marcó?
Sí, hubo un antes y un después. No tuve nunca la misma respuesta, la misma reacción, aunque obviamente uno después de esa edad empieza a perder la velocidad, no la fuerza ni la resistencia. Hoy tengo más fuerzas que cuando competía, obviamente tengo otras herramientas y conocimientos, pero en el gimnasio muevo muchos más kilos que los que movía cuando competía. Pero la velocidad se va perdiendo, cada dos o tres años. En veteranos hay una tabla periódica de cómo es la caída, lo que hay que evitar es que esa caída sea mayor.
- – ¿Ahora no está compitiendo?
No, hace ocho años que dejé.
- – ¿Lo decidieron las lesiones o lo hizo antes que siguieran ocurriendo?
Desgraciadamente lo decidieron las lesiones. Me operaron y a los 30 días fui a competir a un mundial. Una locura. Tenía un estado, una forma terrible, me operaron y a los 32 días estaba compitiendo en las 10 pruebas de un decatlón, con las marcas de la cirugía en la rodilla y preparado para empezar las diez pruebas de la nada. Porque estuve 15 días haciendo gimnasio en la parte superior, empecé a trotar, a hacer pasadas como pude, sin poder hacer pasadas rápidas con clavos, y me fue fantástico, hice 4 marcas de veteranos de mi categoría, y estuve entre los cinco mejores en ese mundial. Una de las broncas fue pensar que hubiera pasado si no me hubiese operado. Continué un par de años más, me volví a romper la otra rodilla. Era entonces la cuarta cirugía y dije “bueno, hasta acá llegó mi amor”, hablé con especialistas amigos míos de acá, me plantearon que eran muchos años, y que estaba el riesgo de que el día de mañana las rodillas no sirvieran para la vida normal. Y tomé la decisión. Justo se abrió el Profesorado de Educación Física en Dolores y eso me sirvió como vía de escape.
- – ¿Le costó mucho dejar de entrenar?
Muchísimo. Para mí era levantarme y hacer dos horas de pista, de acarrear en unas maletas el disco, la bala, la jabalina, los tacos, los zapatos de clavos para correr, los zapatos para saltar. Era mi rutina diaria de lunes a sábado, el único día que no entrenaba era el domingo, y eso si no perdía un día, porque de perderlo, lo recuperaba el domingo, aún hoy lo sigo haciendo.
- – Tiene experiencia en deportes individuales y deportes de equipo, ¿de qué manera se viven el éxito y la derrota?
Una de mis pasiones, además del atletismo, es el softball, y eso se aplica a cualquier otro deporte de equipo. Pienso algo que he compartido con mi hermano y otros amigos. Valen más cien derrotas con amigos en deportes grupales, que una victoria en forma individual. Y puedo dar fe de que es así, porque me pasó cuando logré mi título mayor en atletismo… estaba solo, y la desesperación era compartirlo con alguien. Empecé a llamar a todos por teléfono, y ahí me di cuenta que el deporte individual tiene el éxito y el fracaso que son culpa tuya. Y eso que amo el atletismo y lo sigo enseñando, porque te da una fortaleza, como cualquier deporte individual, es un estilo de vida, si yo puedo salir con 3 grados bajo cero a hacer la rutina y entrenar, puedo hacer cualquier cosa en mi vida. Pero tiene sus pros y sus contras.
- – ¿Y en el deporte de equipo?
El deporte en equipo tiene ese objetivo en común que compartís con compañeros, entrenadores, dirigentes, la hinchada. Pueden pasar muchos años, me pasó, soy hincha de Independiente, y salimos últimos muchas veces, empezamos a mejorar, a tener una racha, y hace un año y medio ganamos. No te das idea de la alegría que tenía ese día, de abrazarme con gente que quiero y que conozco de toda la vida del club. Fue tal la alegría que pensaba “ahora podemos salir diez años seguidos últimos, que no va a haber problema”.
- – ¿Cómo llega y qué significa la etapa de docente?
Cuando empecé la carrera me veía trabajando el día de mañana, en el instituto o cualquier otro lado, dando materias muy afines a lo que había hecho, como atletismo, entrenamiento deportivo, softball, básquet, disciplinas deportivas de entrenamiento en sí. E increíblemente me encuentro dando filosofía y pedagogía, y me he dado cuenta de que amo de corazón esas materias. En mi biblioteca ahora hay 40 libros de entrenamiento deportivo y 60 de filosofía y pedagogía. Y no hay mayor placer que ir ahora a Mar del Plata y pedir en la librería a ver qué libro nuevo tienen del tema, o googlearlo. Ahora estoy leyendo un montón de Aristóteles que me gusta muchísimo. Tengo la suerte de tener esas dos cátedras que voy dando con perfil y orientación para el profesor de educación física. Qué preguntas nos pueden llevar a resolver nuestras problemáticas diarias y cómo mejorar; el por qué, el cómo, el cuándo, el para qué, en qué momento.
- – ¿Encuentra en los alumnos, en los chicos que entrenan, alguien que resulte como usted cuando entrenaba?
Sí, pero a nadie le he aplicado mi método de entrenamiento. Hoy tengo otras herramientas pedagógicas que, estoy completamente seguro, me han hecho distinto. A nadie lo he entrenado como entrené yo, al contrario, y pienso que es mejor. Sin embargo, hay una dicotomía en esto que pienso: si tuviera la suerte de que creen un nuevo menisco artificial -necesito los dos internos- y pudiera volver a entrenar, que sería una alegría enorme, volvería a hacer lo mismo… no sé por qué.
- – Y de volver, ¿qué agregaría o cambiaria?
Cambiaría muchas cosas, no solo del entrenamiento en sí. Hoy tengo una herramienta que me dio la capacitación y el estudio, y con la Escuela de Atletismo hace cinco o seis años estoy todo el tiempo en contacto con profesores, en grupos de Facebook y WhatsApp. Cambiaría por ejemplo la alimentación. Nosotros en nuestra mejor época comíamos milanesa a la napolitana con papas fritas. “El Negro” tomaba un pingüino de vino antes de competir, mi hermano se bajaba una Coca Cola, papas fritas y milanesas, no comían nada que no fuera eso, y dos días seguidos lo mismo, o pollo con papas fritas. Los demás consumían pastas blancas, carne magra. Hoy me doy cuenta de que hay una ventaja terrible en el rendimiento deportivo basada en una buena alimentación.

- – ¿Se pregunta qué hubiera pasado si lo hacía?
Claro, y las marcas de todos hubieran sido mejores. Hubo dos cosas que me hubiese gustado haber tenido, que otras ciudades grandes lo tienen, y que a los chicos se los podemos dar. Hoy estamos capacitados, junto a Leonel César, mi hermano, con chicos especialistas en salto, de brindar el conocimiento del entrenamiento y del descanso, que es fundamental. Muchas veces la gente pregunta “estoy haciendo esto y no obtengo resultados”. Le pregunto cuántas horas descansa, cuantas recupera, que tiempo de descanso se da entre rutina y rutina, hoy hiciste brazos y qué vas a hacer mañana, por ejemplo. Hoy tenemos todos esos conocimientos que antes no teníamos porque no había nadie ni en atletismo ni en gimnasio que nos orientara. Hoy es tremenda la diferencia que se puede hacer.
- – ¿Qué les contaría a padres, pibes, de lo que le dio el atletismo, de lo que significó para usted?
Como dije, el atletismo es una filosofía de vida que te da un montón de cosas. Aunque hay una diferencia entre lo que es deporte de entrenamiento y de alto rendimiento. Hacer deporte es saludable, hacer deporte de entrenamiento es saludable hasta determinado punto, y hacer deporte de alto rendimiento no es saludable. Yo los invitaría a todos a practicar deporte. Si lográramos que la tercera edad en nuestro país hiciera deporte, actividad física más que deporte, evitaríamos enfermedades como la diabetes, el colesterol, el ácido úrico, problemas de movilidad. Hace dos o tres años estoy haciendo un estudio sobre el beneficio que trae tener masa muscular, algo que casi te garantiza evitar la diabetes. El que no es diabético, si tiene masa muscular, llegando a la tercera edad o antes, está comprobado que no. Porque dentro del músculo tenemos las usinas de las mitocondrias, que son las que nos dan la energía, y estas se basan en glucosa. Y uno de los miles de beneficios es que tener masa muscular en mucho mejor que ser muy delgado, porque la mitocondria consume glucosa directamente, que es lo que nos da energía. Es casi imposible que una persona de 45, 50 años, incluso las que empiezan a entrenar a esa edad, tenga problemas ese tipo de problemas.
- – ¿Es saludable entonces la actividad física para mejorar la calidad de vida en la adultez y la tercera edad?
Absolutamente. Con Guillermo Capra hablábamos de que la pandemia nos mataba, porque estábamos encerrados, no teníamos movimiento, y a las personas grandes no solamente el beneficio de la actividad física les mantiene activo el sistema esquelético, el muscular, sino que tiene ese beneficio del deporte grupal, o salir a caminar con alguien, ir al gimnasio y conversar, es también una terapia. Es un rol social del deporte y de la actividad física, que te mantiene vivo y activo, relacionándote con personas distintas, de quienes aprendemos.

