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Peluqueros del pasado de Dolores

Federico Sabalette
7 Minutos de lectura

En el año 1881, cuando Dolores contaba con 10.619 habitantes, ya habían instalado siete comercios que giraban bajo el rubro de barberías (5) y peluquerías. (2), cubriendo las necesidades de la población. Este tipo de actividad quedaba exceptuada de la norma que les impedía abrir sus puertas los días domingos, ya que se les otorgaba a los dependientes de los mismos su descanso obligatorio.

La ordenanza (n° 642 de 1888) regulatoria, establecía la clausura durante los días domingos y feriados desde las doce del día hasta las 7 p.m. en los tres primeros y tres últimos meses del año, y hasta las 6 p.m. en los seis meses restantes. La excepción también se extendía a las farmacias, hoteles, confiterías, fondas, cafés y establecimientos de recreo.

Quizás, tomando tal normativa es por ello que los dependientes y patrones peluqueros trabajando los días domingos, se tomaran como hasta el presente, los días lunes para bajar la cortina de sus comercios.

El cuidado del cabello ocupaba un lugar destacado entre los dolorenses de fines de siglo XIX, puesto que variada era la oferta de este servicio. Don Pedro Lafourcade poseía un salón de peluquería a la altura de las de Capital en la calle Rico 12 y 14, con anexo de sombrerería, perfumería y hasta establecimiento de baños.

Otros barberos o fígaros, tal se desprende de una guía comercial de otrora, fueron Carlos Rossi en San Martín 43; Juan Sallares Bs. As y Bolivia (Alem); Juan J. Iribarren, calle Paraná; Luis Manzi Rico 37; Emilio Poujol, Estados Unidos (Vucetich) 42;   Pedro Ravione frente a la estación; José Bartoletti, calle San Martín 61; Genaro Cantero en Amazonas (Quadri) 29;   S. Carluccio de calle Del Plata (Mitre) 135 y Mateo Galderisi de calle Buenos Aires.

En el año 1906, el 12 de noviembre estando Domingo Negri como presidente del HCD se sancionaba una ordenanza sobre higiene pública, la cual en su articulado quinto expresaba que » en las peluquerías no podrán emplearse útiles que no hayan sido previamente esterilizados con procedimientos adecuados y es prohibido a los oficiales de dichos establecimientos atender a ningún cliente sin antes haberse lavado las manos con agua y jabón antiséptico». Además no podrían seguir en sus empleos si se encontrasen atacados de enfermedades contagiosas.

Recordando nombres y comercios dedicados al afeite y corte de pelo, situados en 1912, encontramos a la “Casa Ferri” de Carlos Ferri, el cual contaba con anexo de perfumería y juguetería en Cramer 132.

Otro servicio esmerado era el ofrecido por Francisco Maggio, en calle Castelli 237. También desarrollaba su actividad de servicio don José Toscano, en la calle Amazonas (Ingeniero Quadri) y Bolivia (Alem).

La casa Plescia, a comienzos de le década del 30, publicitaba la inauguración de su salón estableciendo el precio récord de 0,50 el corte de melenas, aduciendo variadas razones. La crisis que azotaba el país, -por ende a la ciudad-; y además pensando que el corte no era un lujo sino una necesidad.

Desde el año 1945 estaban agrupados como Centro Patrones de Peluqueros, teniendo sede en la calle Buenos Aires 65. Integraban la misma nombres como los de Antonio Torres; Alfredo Rivas; Simón Ríos; José Gazpio; Roberto Melín; Ramón Emeterio Grela; Enrique Pilotto y Antonio Gutiérrez. Este último poseía un slogan al momento de publicitar su comercio de Buenos Aires, casi Ramos Mejía: «Frecuente locales donde se haga de la higiene un culto «.

Algunos nombres de peluqueros , fígaros o barberos, tal como se distinguía en época pasada, fueron Humberto Raimundo Cardinali, con local en calle Buenos Aires, (fue socio de Beltrán Olea por el año 1974 ); Pablo Magone (padre e hijo) , comercio enclavado en San José y Buenos Aires, José «Pepe» Domenico en calle Lamadrid, – el padre de este estaba en calle Quadri frente a tradicional juguetería -, Pedro Gutiérrez con salón en Olavarría y Chascomús, Pueblas en Belgrano al 500, Migone Alem y Quadri, Honorio   Salemme, Molina, Juan M. Tolone y José María Gazpio, Julio Pérez, Santos Tissone y Alejandro Barragán, desde 1957 hasta 1976, por mencionar algunos.

Inducido por sus firmes tradiciones camperas, Barragán atendía su vasta y selecta clientela ataviado a la mejor usanza criolla: de botas y bombacha, completando el atuendo una vistosa rastra de monedas. Si hasta se le animaba alguna décima en pleno corte con la sonriente aprobación del cliente.

Contaba con local de atención en América y Alvear, frente a conocido recreo deportivo.

Por su parte, el ya mencionado Humberto Cardinali, a sus reconocidas prendas personales, sumaba otra realmente singular, cual era la de “jubilar a sus clientes más antiguos, premiando por su fidelidad al comercio con el corte de allí en más, sin cargo alguno.

Varios de los mencionados en esta incompleta nómina cumplían su trabajo a domicilio, siendo uno de los más referentes don Juan Martínez.

La profesión de peluquero y barbero tuvo en sus orígenes ligado a la medicina y a los tratamientos ambulatorios practicado en boticas. De allí que numerosas casas dedicadas a estas actividades compartieran el mismo ámbito.

Anualmente se declaran en asueto el 25 de agosto para celebrar la fiesta de su patrono San Luis.

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