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Extraño oficio: “Pajarero”

Federico Sabalette
Federico Sabalette
4 Minutos de lectura

Vaya a saber cuáles razones impulsaron a don Emilio Omar, a elegir como medio de vida y subsistencia la caza de pájaros, oficio vulgarmente denominado “pajarero”. Seguramente había aprendido los secretos de la pajarería de aquella persona mayor, que en sus años jóvenes se internaba en la zona del Tordillo y Salomón buscando conseguir los mejores ejemplares.

Desde siempre Emilio con la ayuda de alguno de sus 8 hijos y siempre a bordo de una bicicleta, emprendía la aventura de cazar pájaros conviviendo con ellos durante largos días con sus respectivas noches hasta lograr su cometido.

Toda su caza tenía pronta demanda de consumo. Frente a Plaza Once en la Capital Federal, existía una de las pajarerías más importantes de Sudamérica, lugar en el que recalaban cazadores con las distintas especies. Hasta en ocasiones don Omar llegó a efectuar viajes a los vecinos países de Uruguay y Paraguay para comercializar pájaros.

El oficio o arte de cazar p jaros requiere una buena cuota de habilidad y paciencia. Se tiene por costumbre utilizar como «llamadores» a los cardenales, atrapados previamente en una jaula pequeña. Este cardenal, -copete colorado o con tonalidad de gris- llama a su especie al igual que el mistito o misto. Se distingue en algunas especies por las tonalidades de color y por su canto.

Siempre se caza donde no hay agua, obviando donde hay mayor alimento (girasol, frutales, etc.)

Ya capturadas las distintas especies se les daba alpiste, mijo, pan mojado, la pulpa de la naranja, maíz pisado, etc., hasta el regreso que demoraba algunos días.

Otro reconocido pajarero lugareño que supo acompañar a don Omar fue el recordado Juan Pablo Salamen. Amigo y compañero de aventuras, también aficionado al canto. Recordadas son sus incursiones en espectáculos circenses que lo contaban como número taquillero y hasta en el mismo teatro Unione vio desfilar su calva figura alta y delgada. «El cantor del pueblo», mote impuesto vaya a saber por quién.

Juntos solían llevar 4 o 5 jaulas tamaño regular, algunas con 2 o tres entradas; que al cabo de algunos días se poblaban de cardenales, 7 colores, zorzales (rojo vivo), palomas, jilgueros (pecho amarillo), cabecitas negras, pecho colorado, canarios (multicolores, puede haberlos intensamente blancos, rojos, amarillos) y las simpáticas loritas australianas.

Otras especies también requeridas por los compradores eran el dragón (color negro y amarillo), el churrinche (color rojo), el tordo (todo negro; la hembra gris).

Otra modalidad para cazar p jaros llevada a cabo por nuestros recordados vecinos estaba dada con el Pega-Pega en los hilos del alambrado. Los mejores resultados los obtenían por la mañana y al atardecer. La pasta adhesiva era preparada por ellos mismos.

Los nidos de loras que en ‚pocas determinadas tienen sus crías o pichones los encontraban localizados a gran altura, generalmente en plantas de eucaliptos. Los referidos refugios realizados de paja o ramas, eran de forma alargada.

Nunca atrapaban cuervos, horneros, lechuzas, maca, benteveos, y calandrias; decían que en cautiverio no canta porque se mata. En cambio, celebraban la captura de algún colibrí o picaflor.

Los pajareros, han sido recordados por poetas de la talla de don Martín Castro y Juan Domingo Bohero, oficio como medio de vida, prácticamente desaparecido en la actualidad el cual ha tenido a nuestros recordados como principalísimos actores.

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