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Así veían a Dolores hace 116 años

Federico Sabalette
Federico Sabalette
8 Minutos de lectura

“El Diario”, una publicación vespertina de la Ciudad de Buenos Aires publicaba el 25 de mayo de 1918 un suplemento dedicado a nuestra ciudad, de la cual publicamos hoy algunos tramos para que nuestros lectores puedan en cierta manera dimensionar la importancia que tuvo Dolores a comienzos del siglo pasado.

El suplemento comenzaba diciendo que Dolores “era llamada con justicia, desde hace muchos años, la Capital del Sud”, prestigio que se consideraba bien conquistado por haber sido “como una avanzada de la civilización en una época en que la soledad de la pampa solo era turbada por la planta del salvaje”, explicándose que “las fronteras de la vida civilizada realmente se circunscribían a los núcleos de población existentes entonces y a una zona de escasas dimensiones”.

“Los indios establecidos más allá del rio Salado, ejercían un dominio casi absoluto y los estancieros animosos que se aventuraban establecerse más allá de sus fronteras, se exponían a serios peligros, siendo víctimas en más de una ocasión de los malones frecuentes, que arrasaban poblaciones, robaban haciendas y pasaban a cuchillo a sus moradores o los llevaban en cautiverio”, señalaba el autor de la nota, quien agregaba que Dolores había sido uno de los primeros atalayas para poner término a esas depredaciones, y que aunque había sido víctima algunas veces de esos ataques de los salvajes y quedado convertida en escombros, había “surgido de sus propias cenizas como el ave de la leyenda” consiguiendo “imponerse al fin y arrojando a los indios a las regiones del lejano Sud…”.

También decía que nuestra ciudad había sido el centro de la cual se han desprendido numerosos pobladores “que han ido a realizar la segunda jornada civilizadora, conquistando territorios que permanecieron improductivos por mucho tiempo y levantando florecientes pueblos donde el progreso ha dado pasos gigantescos”. Y que más tarde, cuando la lucha contra el indígena había cesado se había iniciado desde nuestra ciudad una nueva corriente, pues con la llegada del ferrocarril en 1874 había adquirido la importancia de “un gran centro económico comercial de primer orden, por donde se expendían todos los productos que iban al sur de la provincia, a la vez que grandes tropas de carretas hacían el acarreo de frutos del país de toda esa vasta zona”.

Se señalaba que esa había sido una de las épocas más florecientes que había tenido “la histórica capital del Sud, pues contaba entonces con fuertes casas de comercio que giraban un capital considerable, tenía varias barracas, tres molinos harineros, numerosos hoteles donde se hospedaban diariamente muchos viajeros y las transacciones comerciales se multiplicaban”. Se resaltaba que diariamente salían para los mercados de la Capital Federal grandes cargamentos de cueros, lanas, granos, grasa, carne salada y otros productos que constituían una fuente de riqueza de verdadera importancia. Que tenía además grandes extensiones de tierra “donde se cultivaba el trigo que alimentaba la industria harinera, hoy -por entonces -desaparecida por completo”.

Resaltaba que cuando se crearon los tribunales Dolores había sido cabeza del Departamento Judicial del Sud, adquiriendo la ciudad un nuevo impulso, que con el advenimiento de elementos intelectuales de valía había conquistado desde entonces fama por su cultura.

Pero también la nota señalaba de una época de marcada decadencia, como consecuencia de la aparición de nuevos núcleos poblacionales más al sud acompañando la prolongación de la vía férrea, que por eso la ciudad había perdido su importancia económica, quedado para siempre “los legítimos prestigios que por su alto grado de cultura había conquistado”.

Se resaltaba que la creación de la Escuela Normal había permitido proveer a todas las localidades de la región “maestros muy bien preparados que fueron llevando el verbo de la civilización, con lo cual la benemérita ciudad coronaba dignamente su obra”. Que con la fundación del Colegio Nacional en 1906, al que concurrían todos los años de distintas localidades de la zona una tercera parte de sus inscriptos, en ese 1918 “la centenaria ciudad de Dolores sigue manteniendo su tradición de cultura, siendo por sus instituciones docentes y sociales uno de los primeros centros de población en el sud de la provincia de Buenos Aires”.

Se señalaba también sobre la disminución de la población “en relación a otras épocas de floreciente prosperidad económica, por diversas causas, entre otras por la fundación de nuevos centros de población, la merma de su movimiento comercial por haberse extendido el ferrocarril, la desaparición de la agricultura en vasta escala, las continuas inundaciones que han asolado sus campañas y la falta de una orientación económica apropiada para provocar la subdivisión de la propiedad, que ha retardado su desenvolvimiento industrial”. Y el dato: según el censo nacional de 1914 Dolores contaba con 12.136 habitantes en la planta urbana y 3.507 en los distritos rurales, 15.643 en total (1).

Sin embargo indicaba que “una nueva era de reacción parece perfilarse en estos últimos tiempos en que diversos factores coadyuvan para avizorar nuevos horizontes, como la creación de la Escuela de Fruticultura, la implantación de algunas pequeñas industrias, el cultivo de plantas frutales, la próxima creación de una Escuela de Artes y Oficios, la difusión de la horticultura y el establecimiento de pequeñas granjas que ya se inician bajo los mejores auspicios”.

Y cerrando esa imagen de ciudad que describía el suplemento se decía, que “estaba situada en un paraje pintoresco, en lomas espléndidas, con tierras de una fecundidad prodigiosa. Son notables sus quintas, sus jardines, sus predios. Los naranjos prosperan admirablemente y los azahares perfuman deliciosamente el ambiente. Los manzanos y las cerezas de fama en toda la república y sus duraznos insuperables, le auguran un porvenir brillante. Las rosas y las violetas se ven por doquiera y también, es justicia decirlo, como un complemento a todo este conjunto armónico y agradable se distingue la bella ciudad por sus elementos sociales, donde la gracia, el donaire y la belleza de sus mujeres se ven realzadas por su exquisita cultura”.

  • (1) Nota

Distintas publicaciones consignaron otros datos poblacionales:

Años 1854 –   5052 habitantes

Años 1881 – 10.619 habitantes

Años 1895 – 15.126 habitantes

Años 1935 – 28.000 habitantes

Años 1958 – 24.727 habitantes

Años 1970 – 20.642 habitantes

Años 1990 – 26.057 habitantes

Es de señalar que a partir de la década del 50’, tanto por la creación del Departamento Judicial Mar del Plata como por el comienzo de la actividad turística en las localidades de la Costa muchos dolorenses buscaron sus destinos en distintas ciudades, lo que se reflejó en la disminución del crecimiento demográfico de nuestra ciudad.

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