Por el Dr. Héctor Ulises Napolitano
Si en algo tiene aplicación el dicho popular “todo tiene que ver con todo” es precisamente en la relación dirigencia y sociedad.
En efecto, la dirigencia nace de la sociedad, tanto la política a través del voto popular, y de grupos sociales como sindicatos, gremios y corporaciones por elección de sus afiliados.
El dirigente representa a una facción, pero al ser electo pasa a serlo de todos.
Se lo elige por ser el más representativo para regir los destinos de una sociedad en su conjunto o del grupo al cual pertenece.
En él sus electores depositan su confianza, que debe retribuir respondiendo a las expectativas e intereses de quienes lo eligieron.
Ello genera la responsabilidad del compromiso asumido de parte del dirigente, y el derecho a exigirlo de parte de sus representados, que ya no son solamente los que lo votaron, sino también quienes no lo votaron.
De allí, la relación de confianza se mantiene si el dirigente cumple o se quiebra si no cumple.
Lo que implica, que influye la actuación del dirigente, pero también las actitudes que tienen sus dirigidos con respecto a él en cuanto a resultados, pero además como juicio de valor, pues en algunos casos se aprecia más la conducta que la gestión en sí.
Se dice que la dirigencia es el reflejo de una sociedad, y hasta la sentenciosa frase “los pueblos tienen los gobiernos que se merecen”.
El pensamiento de mención adjudica culpa al pueblo de sus malos gobiernos, pues se infiere de lo expresado, cosa que no es cierta, por ejemplo en las dictaduras, donde el pueblo no las elige y es víctima de ellas.
Sin embargo, sí en democracia cuando al votar, elige a dirigentes que fracasaron con anterioridad o participaron en dictaduras mostrando sus peores actitudes contra el pueblo, pues en estos casos se puede hablar de “un voto masoquista”.
Muy distinto a la frase anterior fue la de Perón cuando dijo “Los dirigentes van a la cabeza del pueblo o el pueblo va con la cabeza de los dirigentes”. Allí se responsabiliza totalmente a los dirigentes por carecer de conducción y gestión.
En mi opinión, los pueblos o todos aquellos que eligen a quienes los van a representar, confían y depositan esperanzas en ellos, y son los dirigentes que le responden cumpliéndoles o defraudándolos.
Lo que sí adjudico culpas a la sociedad, es cuando tolera con total pasividad a dirigentes ineptos o corruptos.
En este caso sí se da la frase que lo sentencia al pueblo de tener los gobiernos que se merece.
Volviendo a Perón que confió mucho en el pueblo, también supo decir que “cuando pierden la paciencia, suelen hacer tronar el escarmiento”.
En tal sentido ha habido revoluciones populares que han cambiado la historia en algunos países, pero ninguna fue espontánea como la de “Fuenteovejuna” de Lope de Vega, sino conducida por dirigentes, a la que adhirió una parte del pueblo activamente y otra solamente con su aprobación, sin contar a los sectores de la sociedad contrarrevolucionarios y detractores.
O sea que el pueblo siempre ha sido conducido.
Otras frases que me vienen a la mente son “el ejemplo viene desde arriba” y “el pescado se pudre por la cabeza”. Llevadas ambas a la relación dirigencia y sociedad nada más ciertas, pues si el mal ejemplo lo da la dirigencia, ninguna autoridad le cabe para exigir de los dirigidos buenos ejemplos, y si la corrupción es de quienes conducen se transfiere al resto de la sociedad en indiferencia a los valores éticos, desapego al esfuerzo y proclividad al delito.
En mi opinión, nuestra actitud es demasiado paciente y poco exigente con respecto a los dirigentes, y hasta complaciente a veces.
Además de criticarlos, el quid de la cuestión pasa por no votar de nuevo a los que ya fracasaron y a quienes quieren perpetuarse en sus cargos.
En este país, la dirigencia se ha quedado en el caudillismo anacrónico y la sociedad enfrentada en el antagonismo de las antinomias.