El 10 de mayo de 1919 en un amplio local, donde tiempo antes había funcionado el Banco de la Provincia, quedó inaugurado el conocidísimo bar Tokio, atendido y servido por japoneses.
Su primer propietario fue don Zenemón Nakama. La instalación del tradicional reducto guardaba similitud con los elegantes cafés de Buenos Aires. En el se apreciaban zócalos de madera con espejos de luna biselada, iluminación artística a plafoniers, además del moblaje de sillas y mesas, típicas de un café.
En el se congregaban numerosos parroquianos, amantes del buen café, contertulios y noctámbulos que querían departir agradables momentos y oír buena música, aunque a veces la calma se veía interrumpida por algún altercado, como el desorden provocado a los pocos meses de su inauguración.
El 3 de julio a la hora 11:50 según la crónica, Juan Souto le arrojó al nipón Zenemón un par de pocillos ante la atónita mirada de Nakama, -el primer mozo que tuvo el lugar-, dándose el vecino de inmediato a la fuga seguido por el empleado, quien desenfundando un revolver le efectuó un disparo.
Ante el cariz de los hechos intervino la policía, deteniendo a ambos e instruyéndoles el sumario correspondiente. Al día siguiente obtuvieron la libertad provisional.
El japonés Nakama también fue victima de un robo el 2 de julio de 1919, cuando en circunstancia en abandonó momentáneamente el mostrador para dirigirse a la trastienda, autores ignorados le sustrajeron del cajón la suma de 25 pesos.
Como apuntara, simpáticos mozos japoneses atendían la demanda de la numerosa clientela, la naranjada Bilz, el tradicional café con leche con tostadas, helados, un huevo con jamón y vino o cerveza, eran gustos puntuales de los concurrentes.
En recordadas noches de jolgorio y diversión se podían oír las interpretaciones del afamado payador Luis García, de Orlando Urruspuru, de Eduardo Pavón y la actuación de algún artista de varieté, pero sin dudas que el cebo artístico lo constituía la presencia de una orquesta de señoritas.
Avisos destacados de los diarios de la época anunciaban el debut para el sábado 1º de julio de 1939 de «Ruby» en piano; E.S. Acuña en violín; Rosita en bandoneón y Arriola en batería. Podemos apuntar que el palco o escenario se encontraba al fondo del salón. Realizado en madera, poseía una baranda con polleritas en palos torneados.
En el año 1939 la casa cambió de firma, Zenemón Nakama vendía a su coterráneo Ninomiya la confitería. En su frente se podía observar dos grandes ventanales vidriados con hermosas cortinas blancas a modo de polleras, que no cubrían en su totalidad la vista del lugar, mientras un toldo protegía del sol a las damas en las cálidas tardes de verano
En noviembre de 1942 la Municipalidad le aplicaba una clausura de tres días y una multa de Cincuenta pesos moneda nacional, por infligir disposiciones claras y expresas a las leyes y ordenanzas en vigencia que atentaban contra la moral y las buenas costumbres -tiros incluidos-, reiterando que si se seguían sucediendo se procedería al cierre definitivo del mismo.
Finalmente el sábado 3 de junio del año 1944 por orden judicial se subastaron los bienes pertenecientes al bar Tokio. Una heladera, una cocina a nafta «Super Volcán», una máquina express de 6 canillas, zócalo con perchas y espejo adherido a la pared, un toldo, 2 ventiladores, arañas, mostradores, mesas, sillas y demás existencias del lugar.
Elllo había sido consecuencia del juicio que tramitó ante el juez Dámaso Insaurralde, en autos «Ninomiya Rodolfo, su quiebra». El martillero interviniente fue Osvaldo Labatú.
Al cierre del precitado local y con el tiempo en el mismo lugar funcionó el bar «Ideal» regenteado por el diminuto Daniel López.
Fuente de información: Diario La Patria, Biblioteca Club Social, fotografía oficina Catastro Municipalidad Dolores e investigación propia.